jueves, 13 de diciembre de 2012

Conflicto sanitario en Madrid


Madrid sufre desde hace semanas un conflicto en la sanidad pública de dimensiones preocupantes. Prácticamente todos los estamentos implicados: médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería, celadores, colegios y asociaciones profesionales se han puesto de acuerdo en contra de las medidas anunciadas por el gobierno autonómico con la finalidad de hacer frente a un presupuesto muy reducido y un déficit acotado. Lo que para el ejecutivo son medidas de racionalidad y mayor eficiencia en la gestión, para los profesionales de la salud y los partidos políticos en la oposición se convierten en medidas que persiguen "la privatización de la sanidad". Palabra maldita donde la haya cuando se habla de sanidad: PRIVATIZAR. Pasa algo parecido con otro término muy traído: COPAGO.

Por mucho que se empeñen las autoridades sanitarias en negar la mayor: "aquí no se privatiza nada y lo único que se hace es externalizar la gestión a una empresa privada", las protestas y el malestar continúa. Da la impresión que estamos inmersos en un auténtico diálogo de sordos. No hay duda que el objetivo marcado por la Consejería es ambicioso y representa una reforma de calado del sistema existente, a pesar de que ya existen en la comunidad experiencias en modelos de participación público-privada, que se iniciaron con la construcción de 7 hospitales, en el tiempo record de 24 meses. Se trataba entonces de utilizar el modelo concesional para la construcción, financiación y posterior operación de los servicios no sanitarios, dejando en manos de la administración la asistencia sanitaria. El modelo también despertó en su momento críticas airadas y demagógicas especialmente de los partidos políticos, pero tuvo poco impacto en los profesionales de la sanidad y fue bien acogido por la población.

No se inventaba nada nuevo. El modelo existe en numerosos países, entre los que destaca por encima de todos el Reino Unido, y el balance, se diga lo que se diga, es positivo. Después de más de tres años de existencia en la comunidad de Madrid, también podemos afirmar que el resultado es satisfactorio, avalado por las encuestas que se realizan periódicamente y el seguimiento exhaustivo que lleva a cabo la Unidad Técnica de Control, para garantizar el cumplimiento de los estándares de calidad y disponibilidad. Además se reforzó el modelo centralizando los servicios de laboratorio y de diagnóstico radiológico.

Parece pues que la decisión tomada en su momento fue audaz, valienteacertada, y permitió acercar la asistencia hospitalaria a toda la población.  Eran pasos pues en la misma dirección que quiere ahora implantarse, como se vio con la licitación de cuatro hospitales bajo lo que se ha llamado modelo "Alzira"concesiones que afectan a la totalidad de los servicios, incluyendo los servicios asistenciales, a través de un pago capitativo. Dicho en otras palabras: se transfiere a la empresa privada la responsabilidad de prestar asistencia hospitalaria a una determinada población a través de un hospital de nueva construcción. La financiación continúa siendo pública; la población adscrita al hospital tiene la misma cartera de servicios que el resto, pero la provisión de los servicios está en manos privadas. Así se licitaron cuatro hospitales, sin una mayor contestación por parte de la población o de sector sanitario.

Ahora pero, la reacción ha sido furibunda. ¿Qué es lo que ha pasado?

En mi opinión las medidas llegan en un momento ya muy difícil para la población en general –la tasa de paro es quizás de los indicadores más alarmantes de lo que nos está pasando así como el drama de los desahucios, que también afecta y mucho al sector público y a sus profesionalessobre los que han caído recortes salariales y otros ajustes en los últimos años.  "La gente está quemada", y además como no se vislumbra en el horizonte una solución a esta crisis profunda de nuestro sistema económico, financiero, y social –especialmente por lo queafecta al estado del bienestar, la ciudadanía se siente impotente, engañada, ante una política de recortes como jamás habíamos imaginado. No se trata pues de una reacción aislada a una determinada reforma, se trata de una contestación y de una protesta mayúscula más allá de la sanidad, ante un sistema que está cambiando radicalmente.

Hay que forzar el dialogo. No queda otra solución, porque la crisis está aquí, no digo para quedarse, pero si para forzar cambios profundos en nuestra sociedad. Cambios que afectan a uno de los pilares más sensibles del estado del bienestar. Si queremos preservar buena parte del mismo, hemos de ser capaces de reformarlo, y todo el sector ha de ser protagonista de estos cambios o reformas. No debería darnos miedo la palabra privatizar, si ello representa mantener la equidad y la calidad asistencial, una mayor eficiencia y plena satisfacción de los ciudadanos. Y conlleva un estricto control de quién tiene la responsabilidad de ejercerlo y publicitarlo.  

Estos son los objetivos, y pueden, o deberían poderse llevar a cabo también desde la gestión pública, que hay que reivindicar por supuesto. Una no es contraposición de la otra. Este es el reto, y corresponde a sus protagonistas llevarlo a cabo. Pero para ello habrá que asumir que los escenarios han cambiado, que el mundo ha cambiado, y que las relaciones laborales también deben cambiar y adecuarse a esta nueva situación. No se trata de perder privilegios, pues habría que suponer que como tales no existían. Se trata de responsabilidades a todos los niveles, de conciencia social, de lealtad, de veracidad. De responder ante la sociedad y la ciudadanía que financia con los impuestos los servicios públicos. Alejémonos del debate demagógico, y analicemos la situación con conocimiento y la voluntad de encontrar  y reforzar los puntos que unen profesionales y administración.

Eduard Rius

miércoles, 19 de septiembre de 2012

La independencia de Catalunya

Sabiendo de mis orígenes y habiendo pasado por la “política”,  me pregunta mucha gente aquí en Madrid, que pienso sobre la situación en Catalunya, después de la manifestación independentista del pasado 11 de septiembre. Y la verdad es que no me siento suficientemente informado sobre lo que está pasado, ni un tengo hoy por hoy un posicionamiento claro.
Vaya por delante que nunca he sido independentista, o dicho en otras palabras: me siento más catalán que español. ¿Y esto que quiere decir?: como soy un hombre "practico" y quizás poco soñador, veía la independencia de Catalunya como algo inalcanzable, una meta que nunca llegaría a realizarse, no porque no existiera un deseo más o menos colectivo, sino porque nunca España permitiría una secesión o separación de estas características. Me era pues más cómodo no ser independentista y ser nacionalista.
Dicho esto, hay dos hechos importantes que resaltar.
El primero: la aventura del nuevo Estatut y la sentencia del Tribunal Constitucional rompió totalmente los lazos que pudieran existir entre Catalunya y España y que se habían ido tejiendo con dificultades en los años en que hemos vivido en democracia. Las grietas son hoy muy profundas: "España no nos quiere, no encajamos, más bien molestamos, siempre estamos pidiendo y nadie se cree los datos de la balanza fiscal".
He podido comprobar en persona el total desconocimiento que existe aquí en Madrid sobre la realidad del concierto vasco y el sistema de financiación de las CCAA. Nosotros somos los malos. 
El otro hecho importante para analizar lo que está pasando es que no podemos mirar atrás. No nos sirve hablar de lo que se hubiera tenido que hacer y no se hizo, o de lo que se ha hecho mal, o de que el pacto fiscal va a servir para que Catalunya refuerce su autonomía o su capacidad de autogobierno. Es tal la fuerza que se desprende del 11 S que se ha llevado por delante todo lo anterior. Es un punto de inflexión que ha arrollado a todos los partidos políticos y en especial en mi opinión a CDC-UDC, que no tienen otra opción que recoger la antorcha y colocarse delante de este movimiento ciudadano, si no quieren  que les manden a casa en las próximas elecciones. 
Porque esto es lo que tiene que pasar ahora.
Convocar elecciones, que los partidos pro-independencia lo digan claro en sus programas, y del resultado de las elecciones, se pueda ver -que es así como se hace en democracia, que porcentaje de población está a favor de la secesión del estado español. A partir de aquí se iniciará un nuevo camino con base democrática y ya se verá. No creo que estemos hablando de un sueño ni de una pesadilla, estamos hablando de una realidad que está aquí y que las urnas constataran si continúa estando.
Creo para acabar que la Corona se ha equivocado profundamente. Su papel por encima de la política y de arbitraje en última instancia, se lo ha llevado la desafortunada carta publicada ayer. Catalunya, un estado independiente, bajo la Corona española hubiera podido ser una fórmula. Sonará extravagante, pero era una opción.

Madrid, 19 de septiembre de 2012



lunes, 26 de marzo de 2012

La Ley de Transparencia

Semana si otra también, el nuevo Gobierno del PP nos obsequia con alguna reforma de calado, lógico de quien recién llega al poder y se encuentra con un país patas arriba, y  en coma profundo.  Es cierto que algunas de las medidas que se han tomado no aparecían en el programa electoral del PP, ya que según han argumentado desconocían la situación exacta en la que se encontraba la Administración y las arcas del Estado. Este desconocimiento resulta paradójico, tratándose del principal partido de la oposición, pero la realidad es que ahora toca hacer lo que otros no hicieron,  y las medidas son y van a ser muy duras dada la extrema gravedad en la que se encuentran este país. Sonroja ver la desfachatez del PSOE, como si nada de lo que ha ocurrido vaya con ellos, claro que tampoco debería extrañarnos de quienes estuvieron negando la crisis hasta la llegada de los famosos “brotes verdes”.
La última de las medidas reformistas puesta encima de la mesa es la Ley de Transparencia que pretende limitar las responsabilidades de los políticos en sus tomas de decisiones entre otros objetivos. Una ley que para unos se quedará corta, pero que realmente es un primer intento de establecer responsabilidades a determinadas decisiones, más allá de lo que juzguen los ciudadanos en el momento de ejercitar su derecho de voto, así como de facilitar el acceso a la información pública por parte de los administrados.

Me ha sorprendido pero el titular de La Vanguardia del sábado 24 de marzo: “El político que gestione mal será apartado 10 años”. Claro que los titulares a menudo simplifican los temas, pero ¿que significa gestionar mal? ¿que entendemos por ello? Yo puedo gestionar bien un hospital, de una forma que se considere excelente, pero generar un déficit extraordinario, porque mis ingresos estén por debajo de mis gastos. Unos ingresos que proceden de la Administración que no me está pagando de una forma correcta los servicios que estoy prestando. Pensaran que estoy minimizando el tema, pero podría ser así de sencillo. Será necesario pues que la Ley sea rigurosa en este punto, y defina con claridad que significa gestionar “mal” los recursos públicos.  

Cuando yo fui nombrado Consejero de Sanidad por el Presidente Pujol en 1996, me encontré con un déficit acumulado de 140.000 millones de las antiguas pesetas, y un presupuesto al que le faltaban 40.000 millones para equilibrar el resultado a cero. La insuficiencia presupuestaria era clara, admitida por la totalidad de las fuerzas políticas y por el sector sanitario en su conjunto. Llevábamos años reclamando un presupuesto sanitario suficiente, que contemplara por un lado incrementos interanuales superiores al PIB, y por otro que aflorara de una vez la deuda acumulada para poder poner el “contador a cero

De hecho en las negociaciones de CiU con el PP que se llevaron a cabo en 1996 y que cristalizaron en lo que se llamó el "Pacto del Majestic", la mejora del sistema de financiación sanitaria ocupó un lugar destacado. Tuve la oportunidad de asistir a múltiples reuniones en la sede del Ministerio de Economía en la calle Alcalá. Allí conocí personalmente a Rodrigo Rato, por aquel entonces Ministro de Economía del primer Gobierno del Presidente Aznar, y a los sub-secretarios Cristóbal Montoro y Juan Costa.

Las reuniones generaban mucha expectación  mediática, ya que la mejora del sistema de financiación fue considerada uno de los puntos clave del acuerdo entre ambos partidos políticos. El pacto contempló una mejora, pero del todo insuficiente. Fue un acuerdo que costó mucho digerir  a las bases de CDC y UDC. Hay que decir que la mejora no solo benefició a Cataluña, por lo que hace referencia a la financiación sanitaria, sino a todas las CCAA que tenían en aquel momento competencias sanitarias (6 con la excepción del País Vasco).

Uno de los puntos más controvertidos de aquel acuerdo fue el compromiso que asumía el gobierno central de llevar a cabo unas medidas de racionalización del gasto en la prestación farmacéutica que permitirían ahorrar unos 60.000 millones de euros anuales. Tales medidas no se llevaron a cabo, más allá de lo que se llamó el “segundo medicamentazo”, por lo que no hubo tales ahorros y como contrapartida el gasto no disminuyo lo que habíamos previsto.   Otro de los puntos controvertidos en las discusiones con Economía, y que finalmente no se incluyó en el acuerdo, fue nuestra oposición a la voluntad del gobierno de eliminar los beneficios fiscales del gasto sanitario privado, en particular el refrente a las pólizas privadas en seguros de salud. La retirada de este incentivo afectaba especialmente Cataluña, dado el alto nivel de doble cobertura existente, pero resultó imposible convencer a Rato –que aparentemente hubiera tenido que estar a favor de una medida de estas características, de las bondades de incentivar el aseguramiento privado, dado el ahorro que para el sistema público representaba que un ciudadano tuviera una póliza de seguros privada.  

Pero volviendo a la Ley, si a mí se me hubiera juzgado bajo los parámetros del titular de LV del pasado sábado, es más que probable que hubiera acabado inhabilitado dada la insuficiencia con la que tuve que gestionar el Departamento. La realidad es que supimos apretarnos el cinturón, e íbamos cuadrando año tras año el presupuesto dentro de los parámetros que me marcaron los sucesivos Consejeros de Economía, si bien con un incremento moderado del déficit.

Lo que no hice es tirar la casa por la ventana, especialmente en cuanto a inversiones se refiere. Aquí tuvimos que buscar fórmulas imaginativas que nos permitieron avanzar en la reforma de la atención primaria, o en la remodelación y ampliación de algunos hospitales.  La verdad es que no construí ningún hospital sin enfermos, de la forma en que se han construido en España aeropuertos sin aviones y otras obras monumentales que hoy por hoy no pueden mantenerse. Gestionamos la escasez y lo hicimos bien, con la colaboración de todo el sector sanitario, conscientes de que una buena parte de esta insuficiencia la soportaban nuestros profesionales sanitarios.

Se debería por lo tanto distinguir entre lo que es malversar fondos públicos y lo que es gestionar con recursos insuficientes. Hoy desgraciadamente el escenario es muy distinto. Ya no podemos seguir maquillando cifras ni generando deficit, y hemos de adaptar los gastos a los ingresos. En un ámbito tan sensible como el sanitario esta situación puede generar tensiones extraordinarias. Estamos hablando de listas de espera, de disminución de la calidad asistencial, de precariedad laboral, de riesgos graves para determinados pacientes. De aquí la necesidad repetida de afrontar una reforma estructural de nuestro sistema, que permita valorar la buena y la mala gestión, no en relación única y exclusiva al déficit, sino a otros parámetros que midan la eficiencia manteniendo un alto nivel de calidad y de satisfacción de los ciudadanos.

Madrid , 26 de marzo de 2012





Enviado desde mi iPad




lunes, 19 de marzo de 2012

La "palabra maldita": copago

Escribo este blog regresando de Sydney. He asistido a un "market sounding" organizado por Ernst & Young que está asesorando al Gobierno de New South Wales para la próxima licitación de cuatro hospitales bajo la fórmula de PPP en esta provincia australiana. El acuerdo de confidencialidad firmado me impide contarles el contenido de la reunión, que considero que ha sido provechosa. Si puede decirse que se conoce la experiencia española en lo que llamamos "concesiones de bata blanca", o "modelo Alzira", implantado en Valencia en 1998, gracias a la tenacidad de un Consejero de Sanidad, José María Farnos, el conocimiento y la experiencia de Antonio Burgueño, y el empeño de Ricard Fornesa, por aquel entonces presidente de Agbar y de Adeslas. No existe en Australia un modelo parecido, si bien se han incluido algunos servicios médicos en algunas concesiones, especialmente en la provincia de Australia Occidental, cuya capital es Perth.

Australia es un país riquísimo, que gasta en sanidad casi el 10% del PIB, con un sistema sanitario  bajo el esquema de "sistema nacional de salud" pero con una amplia presencia del aseguramiento privado (más del 20% de la población tiene un seguro privado), y con un copago en casi todos los servicios sanitarios como la atención primaria, hospitalaria o la prestación farmacéutica.

El sistema tiene mecanismos para asegurar la equidad del mismo: las personas con rentas anuales entre los 15.000 y 20.000 $ AUS están exentas,  usandose varias formulas para reforzar la equidad: si la familia tiene hijos o no, o según la edad de los componentes de la misma. En el caso de la farmacia, quedas exento del copago una vez hayas sobrepasado el pago anual de 500$ AUS, algo parecido al sistema existente en Suecia.

El sistema de financiación de la sanidad se comparte entre el gobierno federal y las provincias y entes locales, con una aportación importante, como he dicho de fondos privados. No voy a extenderme en el tema, pero me ha perecido un modelo interesante, solido, en la búsqueda continua de una mayor eficiencia y calidad.

Ha coincidido pues esta pequeña inmersión en el sistema sanitario australiano con el estreno del euro por receta en Catalunya, y de la apertura (una vez más) del debate a cerca del copago sanitario. Tanto es así que sirva de anécdota que estando cenando en Sydney, me llamaron de TVE para ver si podía dar mi opinión sobre el tema. Obviamente era imposible que pudieran gravarme para un programa que se ha editado este sábado, a pesar de las 10 horas de ventaja del horario.

La llamada me demostró que queda claro que ya hemos perdido el miedo a hablar de este tema y modestia a parte, también evidenció que aunque esté exiliado en Madrid, hay quien aun se acuerda de mí en Cataluña. 

Como ha pasado históricamente en sanidad, los catalanes llevan otra vez la delantera en lo que se refiere a temas relacionados con la gestión sanitaria, aunque quizás en este caso el ticket moderador no pueda considerarse una grata noticia. Sin lugar a dudas que a nadie le satisface tener que tomar una medida de estas características. Pero no hay duda que en este momento se dan las circunstancias para implantarla. Y no estoy diciendo que la formula me satisfaga al cien por cien, pero es una medida poco costosa de implantar y no parece que vaya a romper ningún principio inalterable de uno de los pilares básicos del estado del bienestar.

No seamos hipócritas y reconozcamos de una vez que si existe algo poco equitativo en nuestro sistema es precisamente el copago existente en la prestación farmacéutica, que ninguno de los grandes partidos políticos españoles a la izquierda o a la derecha se ha atrevido a cambiar. Ni esto ni el reconocimiento al "derecho", que viene dado por la contribución a la Seguridad Social, cuando ésta ya no financia el sistema sanitario desde 1998. Una contradicción más de las existentes en la nada ejemplar administración pública. 

Tendremos que esperar cierto tiempo para evaluar los efectos de la medida, si bien es cierto que gracias a ella, la administración catalana va a más recursos y probablemente va a disminuir el consumo de fármacos, lo que significa menos gasto. 

¿Que vendrá después? Pues no lo se, la verdad. Malas lenguas dicen que hay que esperar que pase el 25-M, día de las elecciones andaluzas, para conocer las intenciones del gobierno central sobre el tema.  Son las mismas lenguas -demagógicas y partidistas, que han llevado a este país a la ruina, y que no se han preocupado del sistema sanitario en años. Tan mal estamos que hasta pude leer en Sydney un artículo en la prensa local sobre el calvario de nuestros jóvenes y el "mileurismo", o como guinda que adorna el pastel, el que publica hoy The Economist sobre la esperada inversión en Madrid o Barcelona en el super casino, hoteles y otros placeres. Este parece ser el futuro que nos ha dejado la era socialista: todos cocineros/as, camareros/as o animadores/ras para los miles de turistas que además de los que nos visitan lo van a hacer con esta interesante oferta “cultural”.

Como he dicho en anteriores ocasiones, y creo compartir la opinión de muchas de las personas que estamos de una u otra forma relacionados con la gestión sanitaria, el copago no es la piedra filosofal de la reforma sanitaria, ni es la medida más importante que hay que tomar.

Para no pecar de reiterativo, pues ya lo he escrito en este blog y en otros medios, hay muchas mas actuaciones que realizar en nuestro sistema, que ni empiezan ni acaban en el copago. Y es posible que esta medida enturbie el necesario debate sobre lo que estamos haciendo mal, y la necesidad de establecer cambios profundos en nuestra manera de prestar los servicios sanitarios y la estructura más adecuada para hacerlo.

Parece que otras comunidades autónomas también podrían adherirse a la medida, pero no ir por ahora mucho más allá, al menos si nos atenemos a las últimas declaraciones del Presidente Rajoy que dice no ser partidario del copago -claro que tampoco lo era de subir impuestos y aquí estamos.

La situación de nuestro sistema está entrando en “precario” según todas las informaciones que van publicándose. Es posible que las últimas medidas adoptadas por el gobierno para subsanar la deuda de las CCAA aligere la situación, pero no nos engañemos. No se trata de poner el contador a cero. Se trata de afrontar un reforma estructural más allá del euro por receta. 

Madrid, 19 de marzo de 2011






lunes, 20 de febrero de 2012

Ideas para la Reforma del Sistema Sanitario

Hoy se ha presentado en Madrid el libro "Ideas para la Reforma del Sistema Sanitario", editado por la Fundación Bamberg. Me ha parecido oportuno transcribir el capítulo que hice para el libro.

Partiendo de la base que desde hace años se están haciendo esfuerzos en la gestión del sector sanitario público, lo que es cierto es que hay muchos aspectos mejorables. No se trata ahora de enumerar todas aquellas actuaciones que en mi opinión deberían implementarse -muchas de ellas ya han sido tratadas por otros ponentes o debatidas a lo largo de las sesiones que se han venido realizando dentro del programa de la Fundación,  y se incluyen en esta publicación, pudiéndose afirmar que hay cierta unanimidad en las mismas.
Se trata más bien de que todos seamos conscientes que el sistema debe reformarse. Pero no solo conscientes. Hemos de pasar a la acción, nos hemos de convertir en “activistas del cambio” que necesita el Sistema Nacional de Salud.
Somos demasiado auto complacientes cuando hablamos del nivel de eficiencia de nuestro sistema. O cuando lo situamos entre los mejores del mundo.  No podemos obviar que un modelo que tiene en este momento una deuda acumulada de más de 15.000 millones de euros, y está  recortando por aquí y por allá, debe tener algún que otro problema y más de una ineficiencia que hace que la situación sea en estos momentos tan grave.  
Es pues el momento de afrontar una profunda reforma de este sistema que hemos venido considerando excelente. Una reforma que no debe renuncia r a los principios básicos de universalidad, equidad, integralidad y calidad.
Es cierto que nunca hemos sido capaces de financiar con suficiencia económica la “sanidad” que hemos decidido dar a nuestros  ciudadanos, pero también es verdad que no hemos sido capaces de definir claramente los límites de la cartera de servicios o la estructura más eficiente para resolver los problemas de salud. A pesar de los sucesivos incrementos presupuestarios en los últimos -cuando la economía de nuestro país se suponía que iba bien, el sistema ha ido generando una deuda incontrolable, que no ha ido en paralelo a un incremento notable de la productividad. Es verdad que la población española se ha incrementado por el fenómeno de la inmigración, pero también lo es que hemos gastado más de lo que teníamos.  
La asunción de las competencias por las diferentes CCAA en el año 2002, fue un éxito, y creo puede afirmarse que los recursos económicos que se invirtieron fueron los adecuados.
En los últimos años la inversión en nuevas infraestructuras ha sido muy importante, y no siempre se ha tenido en cuenta en la planificación, el coste del funcionamiento ni la duplicidad de la oferta o si la población tributaria de un nuevo servicio era la suficiente para mantener un alto nivel de calidad y efectividad.
Es pues necesario redefinir el sistema, en todos sus niveles asistenciales, orientándolo en línea con los cambios demográficos y epidemiológicos de la población española. Y en mi opinión hay que empezar la reforma por una nueva política de recursos humanos. Es absolutamente necesario afrontar una reforma del actual estatus de nuestros profesionales, ir más allá de lo que se consiguió en el año 2003. Se habla mucho estos días de la reforma laboral, y nadie habla de afrontar una profunda reforma de  la "función pública" que absorbe en España más de seis millones de funcionarios.
Si tenemos en cuenta el impacto del coste de personal en cualquier institución sanitaria, nos daremos cuenta que es imprescindible afrontar este reto. Pero no hablo solo de coste. Partiendo de la base que los profesionales sanitarios son la columna vertebral del sistema, es donde más argumentos encuentro para afrontar un cambio en las relaciones laborales, que doten al sistema de los mejores profesionales, capaces de adaptarse a los cambios constantes que soporta la medicina del siglo XXI, interiorizando conceptos como la excelencia, productividad, movilidad, formación y desarrollo profesional. Soy consciente que este camino es el más ambicioso y controvertido, pero se hace ahora o no se hará nunca. Aquí es imprescindible la sensibilidad de los agentes sociales, y si no la hay, existe en este momento una mayoría parlamentaria que facilitaría los cambios legislativos necesarios.
Después afrontaremos otros cambios bajo los principios de una mayor flexibilidad, adaptabilidad, calidad y co-responsabilización.
Soy partidario de dar autonomía de gestión a todos los hospitales y a agrupaciones de centros de atención primaria. Se trata de que se gestionen como una empresa, a través de un contrato programa, una cuenta de resultados con transparencia y rendición de cuentas. Y para ello van a necesitar que los profesionales sanitarios se impliquen en la gestión a través de un sistema retributivo más flexible que el actual. Y será necesario que se establezcan alianzas entre los hospitales para compartir la gestión de determinados servicios asistenciales o no asistenciales, más allá del ámbito geográfico que le es propio.
Es el momento de la cooperación entre las CCAA, y esta es la base de la cohesión, y por lo tanto del mantenimiento de la equidad del sistema.
La atención primaria de salud es clave en nuestro sistema sanitario. Pero hay que cambiar su funcionamiento.  Hay que abrirla y acercarla más si cabe al ciudadano, a la comunidad, reforzando el papel de la enfermería, y eliminando cualquier barrera que impida su acceso en cualquier momento y a cualquier hora. No conseguiremos descongestionar las urgencias hospitalarias si no vamos pe este camino. La coordinación con la atención especializada es esencial,  como lo es la capacidad de resolución de este nivel asistencial. Se ha avanzado mucho, pero no lo suficiente. Y hay que dotar de autonomía a los centros como comentaba anteriormente. Hay experiencias en esta dirección que hay que evaluar, y si se consideran válidas ir aplicándolas progresivamente.
Se hace necesario el establecimiento de una potente red de asistencia al paciente crónico, en coordinación con los servicios sociales. Hay que orientar el sistema hacia un nuevo tipo de paciente, evitando duplicidades.
Los sistemas de información son básicos y aquí la tecnología puede facilitarnos muchas de estas actuaciones. La apuesta de las CCAA ha sido clara, pero aún hay mucho camino por recorrer, y hay que establecer interconectividad entre sistema y territorios.
Se ha hablado mucho en esta reflexión sobre el sistema que ha liderado la Fundación Bamberg de la medicina privada. Siempre he defendido la aportación del sector privado al sistema en general, no solo su complementariedad, sino su importancia en la estructura de la oferta asistencial en nuestro país. La colaboración entre el sector público y el privado es esencial, y más allá de los actores tradicionales -redes de hospitales privados o el sector asegurador, existen en este momento otros sectores que pueden jugar un papel importante, como se ha demostrado en el programa de concesiones que han llevado a cabo varias CCAA. Esto no es una película de “buenos o malos”. Aquí estamos todos para garantizar la sostenibilidad del sistema.
Aunque no es un elemento esencial de la gestión sanitaria, sí que es oportuno hablar del co-pago: de una mayor corresponsabilidad del paciente. Un co-pago que debe preservar la equidad y proteger a los más débiles o necesitados.
Como decía al principio, no se trata de ir listando propuesta tras propuesta. Solo pretendo que tomemos conciencia del momento clave en el que nos encontramos. Hemos de ser  valientes, y actuar con audacia y sentido de la responsabilidad.
Para ello, más que nunca necesitamos un liderazgo claro. Liderazgo en cada CCAA, pero también y fuerte, a nivel ministerial. Las reformas deben co-liderarse desde el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud y las diferentes consejerías, con la implicación de profesionales, agentes sociales y asociaciones de pacientes. Si existe este liderazgo, se conseguirá una complicidad con los diferentes partidos políticos, y si existe complicidad es más que probable que fluya la necesidad de pacto. Si el pacto no es posible, pecando de reiterativo, me remito a lo que he dicho con anterioridad: hoy existe una mayoría parlamentaria que puede gobernar con soltura y autoridad. 
Hble. Eduard Rius
Ex Consejero de Sanidad de la Generalitat de Cataluña
Director de Acciona Servicios Hospitalarios

sábado, 11 de febrero de 2012

Josep Prat, uno de mis mejores colaboradores

En mi penúltimo blog le escribí una carta a la mueva Ministra. Han pasado ya unas semanas y poco movimiento veo en el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, más allá de los nombramientos de rigor, entre los que hay que destacar por su acierto, el de la ex Consejera de Sanidade de la Xunta de Galicia, Pilar Fargas, una mujer con gran conocimiento de la gestión sanitaria y muy audaz. Pero como es costumbre, antes de pasar a la crítica – si es que hubiera lugar, dejemos pasar los 100 primeros días de gracia que siempre se conceden a un nuevo gobierno para juzgarlo. Ya lo haré en su momento.

Voy a tratar esta vez de manera tangencial un tema que ha sido noticia en las últimas semanas. No entraré en el fondo del hecho. Voy a hablar de la persona que en parte ha sido protagonista: me estoy refiriendo al actual Presidente del ”Institut Català de la Sajut” Josep Prat, titular en numerosos medios de comunicación en relación a la posible incompatibilidad en el desempeño de este cargo y el de consejero de una conocida compañía privada de hospitales, a la vez que se ponía en entredicho que continuara presidiendo Innova, una sociedad municipal del Ayuntamiento de Reus.

Posteriormente el debate mediático se ha centrado en los salarios de los ejecutivos de esta sociedad, que han sonrojado al actual equipo de gobierno del Ayuntamiento de Reus, que ha gestionado el tema de forma mejorable, ya que ha argumentado que desconocía la cuantía de los mismos, cuando lo cierto es que más de un miembro del actual equipo de gobierno formaba parte del Consejo de Administración de la citada sociedad.

Conociendo a Josep Prat estoy seguro que ha pasado por un momento muy difícil, y espero que amaine ya este temporal, para que se recomponga el prestigio del que goza en el sector sanitario desde hace muchos años este ingeniero naval nacido en Tarragona.

Yo conocí a Prat en el año 1988 cuando fui nombrado Delegado del Departamento de Sanidad en la circunscripción. En aquel momento Prat estaba impulsando lo que seria después una de las empresas públicas de gestión sanitaria mas importantes de Cataluña: Sagesa. Se trataba de gestionar bajo criterios empresariales un hospital público, algo que hoy aceptamos fácilmente, pero que no lo era por aquellos tiempos. Al hospital de Sant Joan de Reus se unió el nuevo Hospital de Mora d'Ebre y progresivamente otros centros  de las comarcas del sud de Catalunya. Prat lo consiguió con su manera de hacer y de trabajar. Y lo hizo bajo y con interlocutores de distintos partidos políticos,  con intereses a veces enfrentados y estableciendo buenos puentes con los agentes sociales. Prat es un hombre hábil, capaz de convertir en realidad lo que puede ser un anhelo o una necesidad real.  

El Diari de Tarragona publicó hace unas tres semanas un artículo muy interesante que reflejaba con acierto el curriculum y la personalidad de Prat.

Cuando fui ratificado Consejero de Sanidad en 1999 me propuse hacer ciertos cambios de calado en mi equipo. No los había hecho en la primera legislatura. No lo había considerado necesario, aunque era criticado a menudo por eso. Le di muchas vueltas, ya que los cambios significan que tienes que sacrificar a colaboradores íntimos para que entren otros, y estas situaciones siempre generan tensión, son en ocasiones dolorosas, y producen heridas, alguna de las cuales creo que aún no se ha cicatrizado. Pero al final me decidí.

El momento era complicado, no solo por la falta de dinero, sino también por la necesidad de ir cerrando algunos temas pendientes, superar cierta inercia y dar impulso a nuevas actuaciones de la Consejería. Manel Jovells, que había desempeñado el cargo de Gerente del ICS, era uno de mis candidatos, pero fue nombrado secretario general al Departamento de Bienestar Social. No había muchos otros candidatos en el sector sanitario para ocupar un cargo, que de facto podría ser considerado el número dos del Departamento.  

No tuve muchas dudas a cerca de la capacidad de Prat para hacerse cargo de la dirección del Servei Catala de la Salut. En aquel momento era ya una persona muy reconocida en el sector, y ejercía un rol relevante en el Consorci Sanitari de Catalunya, la entidad que agrupaba los hospitales de propiedad municipal, considerado por muchos un auténtico contra poder a la Consejería. Su nombramiento podía reforzar la relación existente con el Consorci y allanar alianzas. La Unió Catalana d’Hospitals no vería con malos ojos su nombramiento.

Existían pero algunos obstáculos que debía solucionar. No era una persona afiliada a CDC o a UDC. No era un gran impedimento: había muchos cargos en mi departamento sin "carnet", como existían en otros. La administración de los distintos gobiernos de Jordi Pujol -se diga lo que se diga, nunca había sido en exceso "partidista" y donde menos lo había sido era en nuestra Consejería. Hice mis consultas y tuve luz verde. El segundo obstáculo era mas "prosaico". Yo no conocía el salario de Josep Prat, pero intuía que era mayor de lo que la Administración podía ofrecer en aquellos momentos. Con la ayuda de Ramón Massaguer, al que nombre después Secretario General -excelente persona y profesional y uno de los colaboradores que más me ayudo mientras fui Consejero, hicimos nuestras indagaciones y llegamos a la conclusión que podíamos ofrecer a Prat un salario equivalente al que en aquellos momentos cobraran otros ejecutivos de empresas públicas de la Generalitat de Catalunya. Un salario que superaba al de los Consejeros y probablemente al del President, pero que estaba por debajo del que podía ofrecer una empresa privada.

Cuando planteé ya firmemente mí propuesta a Josep, y tuve su aceptación, hablamos del tema salarial. Entendió perfectamente que no podíamos ofrecerle el mismo sueldo que tenía en Sagesa. Yo le hice mi propuesta y me pidió tiempo para tomar una decisión. Me llamó al día siguiente. Me agradeció la confianza que había depositado en él y me dijo que el salario no era lo más importante. Estaba dispuesto a una retribución inferior asumiendo esta gran responsabilidad por dos motivos: por una voluntad de servicio al país y a la sanidad catalana y por una lealtad personal hacia mi persona y al Gobierno de CiU.

Creo que fue un acto que le honra, entonces y ahora.

Su trayectoria durante el tiempo que compartimos responsabilidades en la Consejería arroga un balance claramente positivo. No voy a resaltar ahora todas sus cualidades como gestor y como persona.  Creo que es mejor para valorar su valía hacer un recuento de todas las actuaciones que llevamos a cabo en el Departamento durante el tiempo que compartimos responsabilidades en un escenario con muy pocos recursos financieros y con la necesidad de consolidar y mejorar el modelo, dando respuesta a las necesidades de los ciudadanos y a los anhelos del sector y de los profesionales.
Hicimos muchas cosas: encarrilar la finalización de la reforma de la atención primaria, la consolidación del modelo de pago a los hospitales, la creación de la red única de asistencia sanitaria, nuevos modelos de financiación de centros de atención primaria y de hospitales, la ordenación del transporte sanitario, un nuevo plan integral de urgencias, la ordenación y el establecimiento de garantías de las listas de espera, la creación del "SanitatRespon", sentar las bases de la carrera profesional, etc., etc.

No fue un periodo fácil. A parte de las dificultades financieras, tuve alguna que otra contestación por parte de algunos militantes  de la coalición que me reprochaban la no filiación de Prat y la de algún que otro directivo. Y tuvimos que lidiar con una silente campaña para sustituirme por parte de UDC, y alguna que otra traición interna. Prat estuvo siempre a mi lado, como Ramón  Massaguer, Eduard Ribas -jefe del gabinete técnico de la Consejería, y otros colaboradores. La "puńalada trapera" existe, forma parte del "atrezzo" político, y es aquí donde se conocen y se miden las lealtades.

Y esta es una de las características que mas podrían definir la personalidad de Josep Prat. Lealtad a la institución y a las personas.  Existen otras: Prat es capaz de entenderse con "unos y con otros", porque por encima de todo esta la fidelidad al proyecto para el cual ha sido contratado. Y esto no es fácil, como no lo es tener la habilidad para tejer múltiples complicidades en los momentos de hacer reformas que alteran el orden establecido. Sabía como hacerlo. Sus detractores dirán que a precios  altos, yo lo dudo. Se trata de invertir muchas horas, de dialogar, de saber escoger al mejor interlocutor, de buscar oportunidades donde puede parecer que no existen. Tiene mano “izquierda” muy útil en algunos momentos. Y es un hombre de autoridad.

Quería destacar también su agilidad mental, su capacidad para encontrar alternativas a los problemas o situaciones muy complicadas. Humor y una cierta "flema británica", no es una persona que se altere con facilidad.

Aunque con algunas similitudes, no hay duda que la situación actual dista mucho de ser la que  nosotros vivimos en 1999 hasta el 2002. Desde entonces no he tenido prácticamente contactos con Josep, y viviendo en Madrid, no he seguido puntualmente el día a día del sector sanitario catalán en estos últimos años. No comparto todo lo que se ha hecho, y creo que el "modelo sanitario catalán" ha perdido algunas de sus fortalezas y su capacidad de innovación.

Yo he hablado del pasado, y es donde he situado la figura de Prat, no para rehabilítalo, que no a lugar, sino para mostrar mi agradecimiento una vez más a Josep por haber aceptado en aquel momento el reto de la Dirección del Servei, con renuncias personales y en un escenario nada fácil, habiéndolo hecho bajo este espíritu de voluntad de servicio y lealtad, como seguro lo hizo al aceptar el ofrecimiento del Conseller Boi Ruiz para acceder a la presidencia del Instituto Catalán de la Salud. “Gràcies Josep”.

(volviendo de Vancouver, una de las ciudades mas bellas del mundo y superado el “jet lag”)

11 de febrero del 2012

"Indignado"

Es notorio que no estoy cumpliendo mi auto compromiso de mantener una cierta regularidad escribiendo en este blog. En las últimas semanas he estado muy ocupado y he tenido que viajar fuera de España en más de una ocasión por trabajo. No hay tono de queja en esta excusa, ya que no hay es extraordinario en estos momentos tener proyectos que seguir y desarrollar.

Si constato que me falta disciplina para seguir la pauta que me marque, aunque también es cierto que además del trabajo y una hernia discal que me diagnosticaron el 29 de diciembre, he estado bastante excitado estas últimas semanas con una serie de acontecimientos de la vida política y social en la que estamos inmersos como ciudadanos, hasta el punto que me he llegado a considerar un auténtico “indignado” contra muchas cosas.

Y en este estado no podía concentrarme para poder escribir.

Una de los hechos que más me exaltó fue la publicación de las retribuciones de los dirigentes de las cajas de ahorros con ayudas públicas. Pensar que parte de mis impuestos están pagando sueldos millonarios me sacó de quicio. El caso de Caixa Catalunya es uno de ellos. Conocí al Director General siendo yo Consejero y el un cargo en Caixa Manresa. Me pareció una persona altisonante y engreída. No sé si es un buen gestor o un mal gestor. Por el sueldo que le pagábamos entre todos debía ser muy bueno, por el resultado de su gestión no lo parece, aunque el señor Josep María Cortés de La Vanguardia lo destacara como una de nuestras más relevantes figuras de la gestión bancaria (sic).

En este tema ha sido y es especialmente escandaloso el silencio de los partidos políticos, no en vano deben o son beneficiarios de créditos blandos y otras prebendas por parte de las cajas de ahorros. Bienvenido sea el nuevo Gobierno que ha tomado cartas en el asunto, lástima que no sea con carácter retroactivo. Como escandaloso es el papel del regulador, que ni se ha enterado o lo mas seguro y es peor, sabiéndolo lo ha tolerado, y nadie le ha pedido por ahora responsabilidades.

Indignación también por la situación económica y por la falta de asunción de responsabilidades de los que han sido en parte culpables, léase aquí Pérez Rubalcaba o Carmen Chacón, protagonizando una campaña para la secretaria General del PSOE, como si nada de lo que ha pasado en España les sea propio...ver para creer.

No sigo, para no parecer un "indignado" radical –con todos mis respetos para el  colectivo, y también para no caer en una posición que podría parecer populismo barato,  aunque en este caso sea bastante caro por lo que nos ha costado y por lo que nos va a costar.

Ya la subida del IRPF, colmó el vaso de mi mejor temple...

Al final he llegado a la conclusión, que debo centrarme en el contenido de este blog -que trata de la gestión y política sanitaria. Yo no soy un comentarista político, y por lo tanto, me aplico lo de "zapatero (con perdón) a tus zapatos". O sea que en el próximo blog, voy a hablar de sanidad.