viernes, 26 de julio de 2013

Enrique Beotas, D.E.P.


Escribo este blog con profunda tristeza, después de confirmarse la muerte del periodista y amigo Enrique Beotas en el trágico accidente de Santiago. Y digo amigo porque aunque nos viéramos muy de tarde en tarde desde que nos conocimos hace muchos años en Barcelona, lo consideraba un amigo, por la forma en que me trataba, por el afecto mutuo y por muchas conversaciones que habíamos mantenido desde aquel día. El azar quiso que cuando yo entré a trabajar en Acciona él ocupara el puesto de Director de Relaciones Institucionales en la compañía, lo que nos permitió rememorar como nos habíamos conocido, y  comentar la actualidad catalana vista desde Madrid, en plena discusión de la reforma del “Estatut”.

Yo conocí a Enrique siendo Consejero. Él quería organizar un concierto benéfico en el Palau de la Música, para recoger fondos para una Fundación de la que era responsable, y que cada año por Navidad, llamaba a la sociedad para pedirle solidaridad con los niños que la necesitaban. Había editado un CD con música de Montsalvatge, y me pido apoyo del Departamento, cosa que hicimos y de la que me siento satisfecho. Fue un acto muy agradable, y exitoso.

Enrique nació en Ávila, pero se consideraba “muy gallego” hasta el punto que había creado un espacio virtual llamado la “Galicia Sexta Provincia”, para situar a los que no siéndolo se sentían gallegos. Tenía también un profundo afecto por Cataluña, hablaba catalán y se sabía las letras de muchas canciones o fragmentos de poesía que recitaba con esa voz fuerte y envolvente que tenía. Periodista que había trabajado en todos los ámbitos, fue creador y responsable de un programa de radio que se llama “La Rebotica”, un programa que el calificaba de socio-sanitario, utilizando esta denominación cuando nadie lo hacía, excepto en Cataluña, donde ya existía un programa de atención socio-sanitaria que a él le gustaba mencionar y loar.

La última vez que estuve con él fue el 9 de febrero de este año. Me invitaron a una mesa redonda que Enrique moderaba para hablar de sanidad pública y sanidad privada, organizada por “Psiformacion”, una entidad creada por jóvenes psiquiatras de Madrid para fomento de la formación continuada y de la calidad asistencial en esta especialidad.  Fue un debate interesante pues estábamos inmersos en la llamada “privatización” de la sanidad o mejor dicho, del proceso de externalización de la gestión sanitaria en determinados hospitales que había impulsado la Comunidad de Madrid.  Días antes había estado en su estudio grabando el programa de radio dedicado a la jornada y compartí micrófono con Javier Quintero, alma mater de la jornada y el resto de participantes. Me encantó volver a un estudio de radio. Lo había hecho muchas veces siendo consejero y es un medio en el me sentía más cómodo que la televisión. Estar con Enrique fue como si estuviéramos en la salón de casa, relajados, tranquilos y disfrutando de la conversación. Era divertido como dirigía el programa, los gestos que hacía para las cuñas musicales, y el acierto en escoger determinadas canciones.

Le recuerdo muy preocupado por la política de recortes, y por todo lo que se había hecho en los últimos meses. Era una persona que conocía perfectamente a nuestro sector, sus fortalezas y debilidades. Aunque pudiera parecerlo no era complaciente en aquel momento con lo que estaba pasando, su voz y su pensamiento era crítico pero objetivo, hecho que a veces no abunda en los medios de comunicación. Quedamos en vernos en los próximos meses...

La muerte es injusta. Pero está aquí con nosotros.
Sirvan estas líneas de modestísimo homenaje a una gran persona. Desde aquí mi más sentido pésame a su mujer, a su hija, familiares y a tantos amigos y conocidos que le queríamos.

Eduard Rius, 26 de julio de 2013

viernes, 19 de julio de 2013

Los sobres


Mirando estadísticas sobre las profesiones más peligrosas del mundo, no he encontrado que se incluya en ellas a los políticos, supongo porque no se asimila el ostentar un cargo político a una profesión, y se considera una acción altruista que vehiculiza la vocación de servir a la comunidad ya sea desde un cargo electo o por designación. Si se incluyera, dado el prestigio de “lo político” en estos momentos, ocuparía sin lugar a duda el primer puesto en peligrosidad y el último en cuanto a reconocimiento social. Y esto es preocupante, porque no hay democracia si no hay votos, como tampoco la habría sin políticos, o sin los poderes básicos de un estado de derecho. A los políticos los necesitamos, y los queremos honestos por encima de todo,  comprometidos y fieles a sus idearios y programas, y con capacidad de generar liderazgo.

¿Pero que nos encontramos? Pues un panorama totalmente desolador.

La corrupción lleva años minando la credibilidad de la clase política española incapaz de resolver de una vez por todas la financiación de los partidos políticos y sin valentía para limpiar o expulsar de sus filas a las “manzanas podridas”, lo que los hace a todos iguales ante la opinión pública: una multitudinaria panda de chorizos.  Y esto no es cierto porque existen políticos “de pata negra”, honestos, que es lo mínimo que se les puede exigir. Habiéndome dedicado a la política durante unos años, me siento de alguna forma afectado por el rechazo, la crítica más feroz y el desprecio que hay en estos momentos en España hacia la mal llamada “clase política”.  Desde la humildad y la fidelidad a unos principios reivindico que se puede hacer política de otra forma.

Sorprende, y entristece a la vez, la nula capacidad de gestión por parte del Gobierno de Mariano Rajoy de una crisis descomunal que se inicia con unos “sobres” y que nos sabemos muy bien donde acabará. Pero no se trata solo del PP, la corrupción afecta a la totalidad de los partidos parlamentarios, y digo todos, porque no creo que sepamos todas las corruptelas que inundan ayuntamientos, comunidades autónomas u otros organismos. Ni tampoco parece que haya unanimidad para calificar un acto corrupto. ¿Es o no corrupción estar sentado en un consejo de administración de una caja de ahorros y llevarla a la ruina aprobando créditos para amiguetes u operaciones de dudosa rentabilidad?. Para mí, eso es corrupción que no ignorancia, y lo digo especialmente por Izquierda Unida que quiere aparecer en esta opereta trágica como la inmaculada concepción. Aquí no hablamos de cantidad de calidad.

Aunque debe primar siempre la máxima de que “todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario”, lo cierto es que en este momento la sensación que tienen la mayoría de los ciudadanos es de “contaminación total”, no vislumbrándose un horizonte de esperanza que regenere la vida política en nuestro país. Y esta regeneración no pueden hacerla los que ahora están. Lisa y llanamente no puede venir de dentro, son demasiadas las complicidades y los guiños entre partes. Creo que todos los políticos que están hoy deberían irse a casa, y que una nueva generación debería surgir para reconducir el bien más preciado: el estado democrático. Esto es imposible supongo, y que deberá pasar tiempo para que se produzca este lavado y centrifugado de quienes se han convertido en dueños de lo público, en mostrar generosidad o malversar con los impuestos de todos, en querer mostrarse como salvadores nuestros, cuando quien debe redimirse son precisamente ellos.

Como no podía ser de otra forma, estamos dejando en manos de la justicia esta catarsis nacional sobre la corrupción, con la esperanza que actúe de forma imparcial y contundente. Pero nuestra implicación como ciudadanos debe ir más allá del voto, hemos de constituirnos en “voceros” de la regeneración política, en defensores de un cambio en la estructura y funcionamiento de los partidos políticos, y en fomentar todos aquellos instrumentos democráticos que refuercen la participación y  la “rendición de cuentas”.

El silencio del Presidente del Gobierno nos implica a todos y no nos favorece. El “quién calla otorga” está calando en la visión colectiva de esta grave crisis institucional, que unida a otras, desdibuja cualquier visión de futuro que queramos componer en este momento.

Este es un blog de gestión y política sanitaria, pero no puedo mantenerme ajeno a algo que me entristece profundamente y genera en mí, rechazo a sentirme ciudadano de este país.

Eduard Rius, 19 de julio de 2013

 

 

lunes, 15 de julio de 2013

La difícil tarea de escribir

Hace más de un año, el "Centre d'Estudis Jordi Pujol", me encargó la redacción de un libro que recogiera las actuaciones en el ámbito de la sanidad de  los diferentes gobiernos del President. Me facilitaron algún material ya redactado y con la ayuda de Alex Figueres, que estuvo trabajando conmigo en el Gabinete de la Consejería, he ordenado, completado y dado forma al resumen de la acción de gobierno durante 23 años. He de confesar que no ha sido tarea fácil y que no he cumplido -lo que me avergüenza considerablemente, los plazos marcados, en parte por falta de tiempo y por las dificultades de resumir en un espacio limitado la ingente actividad de un Departamento como el de Salud, tan importante para el conjunto de la ciudadanía, pero también por la distancia entre Madrid y Barcelona, que más que geográfica es “temporal”. Ha pasado mucho tiempo desde que deje la política y estoy ahora completamente fuera del "modelo sanitario catalán", por lo que contactar de nuevo ha tenido sus dificultades y sensibilidades.

A pesar de todo espero por fin que el libro vea la luz a la vuelta del verano, con lo que se habrán cerrado ya todas las monografías dedicadas a la obra del gobierno que presidió durante 23 años Jordi Pujol. Me tocará supongo recibir críticas a troche y a moche, cosa que no pensé cuando acepte el encargo, pero la verdad que ya estoy curtido en este aspecto, después de ver como se deshacen las lealtades y las complicidades -con notables excepciones, y donde el dicho "si te he visto no me acuerdo" hace cruda la realidad que nos toca vivir.

Son tantas las actuaciones y las reformas que se realizaron que quizás justifiquen el por qué ha tardado tanto la publicación de este libro. Resumir no es tarea fácil y hacerlo precisamente en uno de los ámbitos donde la actuación gubernamental fue de las más intensas, las actividades realizadas fueron ingentes y muchos los agentes implicados, lo complica todo.

Los servicios sanitarios eran considerados fundamentales dentro del concepto de estado del bienestar que la Constitución del 78 instituyó, acercándonos de esta forma a la mayoría de los países europeos de nuestro entorno, en los que aspirábamos convertirnos. Hay que decir que lo conseguimos. La sanidad ha sido uno de los logros más importantes de los últimos años, en Cataluña y en todo el estado español. Nuestro sistema sanitario ha llegado a ser uno de los mejores del mundo por su universalidad, equidad, nivel de prestaciones y calidad. Teníamos además unos profesionales sanitarios de excelencia y en conjunto, unas infraestructuras modernas con un alto nivel tecnológico. Por otro lado el peso en la acción de un gobierno en este ámbito es importantísima: hay que tener presente que solo la sanidad se llevaba más del 34% del presupuesto de la Generalitat, por lo que su gestión es crucial en el control del déficit.
 
Se habrán dado cuenta que estoy utilizando el pasado -"ha llegado a ser", porque está claro que en los dos últimos años el retroceso ha sido muy importante, hasta el punto de que hemos perdido uno de los principios fundamentales que parecían inviolables como es la universalidad. La aprobación del “Real Decreto Ley 16/2012, de 20 de Abril, de medidas urgentes para garantizar la sostenibilidad del SNS y mejorar la calidad de sus prestaciones”,  ha sido una auténtica estocada al sistema, con efectos difíciles de evaluar en estos momentos, pero que serán negativos a medio y largo plazo.
Y además está la crisis que ha comportado cambios en muchos aspectos de la vida social y económica que nos toca vivir. Y ha venido para quedarse. Como se dice ahora "nada volverá a ser igual". Hay quien sostiene que las crisis conllevan también grandes oportunidades para fomentar cambios y para corregir lo que se estaba haciendo mal. Y es cierto. Los drásticos recortes presupuestarios no se han traducido en un empeoramiento generalizado de los servicios y se ha conseguido producir de forma más eficiente, sin cambios en los parámetros de morbimortalidad que conozcamos. Pero es obvio que todo tiene un límite, y el incremento de las listas de espera, las restricciones de acceso a nuevos medicamentos o la obsolescencia tecnológica en algunos de nuestros hospitales, empiezan a marcar una tendencia que debería preocuparnos y movilizarnos.

¿Y está ocurriendo esto? Sí y no.

“Sí” por ejemplo en la comunidad de Madrid, donde hemos estado inmersos en un ambiente de gran conflictividad en reacción a la voluntad del gobierno de la región de "externalizar" la gestión sanitaria en seis hospitales, proceso que causalmente ha sido paralizado tras un recurso presentado por el PSOE. Ha habido pues reacción, liderada principalmente por los agentes sociales, y menos por los facultativos.

Y digo "No" porque a nivel de comentaristas y analistas políticos, este hecho -la ruptura de uno de los principios fundamentales del sistema sanitario, no ha sido tratado con la misma intensidad ni vehemencia con la que se tratan otros asuntos de estado como la corrupción, por no hablar del camino emprendido por Cataluña en los últimos meses. Y esta de falta de sensibilidad es preocupante, más allá de la que tenemos los que estamos trabajando en este sector o del interés coyuntural de los políticos. Porque es importante señalar que tanto el PP como el PSOE siempre han utilizado la sanidad cual arma arrojadiza en su enfrentamiento diario, sin ser capaces de encontrar un espacio de discusión no partidista ni demagógico, que permita afrontar la adaptación de sistema a una nueva realidad social y eminentemente económica
 
Modestamente, y dado por hecho que es mejorable lo escrito, creo que leer lo que vaya a publicarse nos puede ayudar en la búsqueda de la sostenibilidad del “Servicio Nacional de Salud”.

Eduard Rius

Julio de 2013
 
(Largo paréntesis el mío, pero aquí estoy otra vez, y no será porque no haya temas, entre "barcenas", "eres", rescates, quitas, y otras penas. Al menos la “prima de riesgo” parece que se haya ido de vacaciones)

 
 

 

jueves, 13 de diciembre de 2012

Conflicto sanitario en Madrid


Madrid sufre desde hace semanas un conflicto en la sanidad pública de dimensiones preocupantes. Prácticamente todos los estamentos implicados: médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería, celadores, colegios y asociaciones profesionales se han puesto de acuerdo en contra de las medidas anunciadas por el gobierno autonómico con la finalidad de hacer frente a un presupuesto muy reducido y un déficit acotado. Lo que para el ejecutivo son medidas de racionalidad y mayor eficiencia en la gestión, para los profesionales de la salud y los partidos políticos en la oposición se convierten en medidas que persiguen "la privatización de la sanidad". Palabra maldita donde la haya cuando se habla de sanidad: PRIVATIZAR. Pasa algo parecido con otro término muy traído: COPAGO.

Por mucho que se empeñen las autoridades sanitarias en negar la mayor: "aquí no se privatiza nada y lo único que se hace es externalizar la gestión a una empresa privada", las protestas y el malestar continúa. Da la impresión que estamos inmersos en un auténtico diálogo de sordos. No hay duda que el objetivo marcado por la Consejería es ambicioso y representa una reforma de calado del sistema existente, a pesar de que ya existen en la comunidad experiencias en modelos de participación público-privada, que se iniciaron con la construcción de 7 hospitales, en el tiempo record de 24 meses. Se trataba entonces de utilizar el modelo concesional para la construcción, financiación y posterior operación de los servicios no sanitarios, dejando en manos de la administración la asistencia sanitaria. El modelo también despertó en su momento críticas airadas y demagógicas especialmente de los partidos políticos, pero tuvo poco impacto en los profesionales de la sanidad y fue bien acogido por la población.

No se inventaba nada nuevo. El modelo existe en numerosos países, entre los que destaca por encima de todos el Reino Unido, y el balance, se diga lo que se diga, es positivo. Después de más de tres años de existencia en la comunidad de Madrid, también podemos afirmar que el resultado es satisfactorio, avalado por las encuestas que se realizan periódicamente y el seguimiento exhaustivo que lleva a cabo la Unidad Técnica de Control, para garantizar el cumplimiento de los estándares de calidad y disponibilidad. Además se reforzó el modelo centralizando los servicios de laboratorio y de diagnóstico radiológico.

Parece pues que la decisión tomada en su momento fue audaz, valienteacertada, y permitió acercar la asistencia hospitalaria a toda la población.  Eran pasos pues en la misma dirección que quiere ahora implantarse, como se vio con la licitación de cuatro hospitales bajo lo que se ha llamado modelo "Alzira"concesiones que afectan a la totalidad de los servicios, incluyendo los servicios asistenciales, a través de un pago capitativo. Dicho en otras palabras: se transfiere a la empresa privada la responsabilidad de prestar asistencia hospitalaria a una determinada población a través de un hospital de nueva construcción. La financiación continúa siendo pública; la población adscrita al hospital tiene la misma cartera de servicios que el resto, pero la provisión de los servicios está en manos privadas. Así se licitaron cuatro hospitales, sin una mayor contestación por parte de la población o de sector sanitario.

Ahora pero, la reacción ha sido furibunda. ¿Qué es lo que ha pasado?

En mi opinión las medidas llegan en un momento ya muy difícil para la población en general –la tasa de paro es quizás de los indicadores más alarmantes de lo que nos está pasando así como el drama de los desahucios, que también afecta y mucho al sector público y a sus profesionalessobre los que han caído recortes salariales y otros ajustes en los últimos años.  "La gente está quemada", y además como no se vislumbra en el horizonte una solución a esta crisis profunda de nuestro sistema económico, financiero, y social –especialmente por lo queafecta al estado del bienestar, la ciudadanía se siente impotente, engañada, ante una política de recortes como jamás habíamos imaginado. No se trata pues de una reacción aislada a una determinada reforma, se trata de una contestación y de una protesta mayúscula más allá de la sanidad, ante un sistema que está cambiando radicalmente.

Hay que forzar el dialogo. No queda otra solución, porque la crisis está aquí, no digo para quedarse, pero si para forzar cambios profundos en nuestra sociedad. Cambios que afectan a uno de los pilares más sensibles del estado del bienestar. Si queremos preservar buena parte del mismo, hemos de ser capaces de reformarlo, y todo el sector ha de ser protagonista de estos cambios o reformas. No debería darnos miedo la palabra privatizar, si ello representa mantener la equidad y la calidad asistencial, una mayor eficiencia y plena satisfacción de los ciudadanos. Y conlleva un estricto control de quién tiene la responsabilidad de ejercerlo y publicitarlo.  

Estos son los objetivos, y pueden, o deberían poderse llevar a cabo también desde la gestión pública, que hay que reivindicar por supuesto. Una no es contraposición de la otra. Este es el reto, y corresponde a sus protagonistas llevarlo a cabo. Pero para ello habrá que asumir que los escenarios han cambiado, que el mundo ha cambiado, y que las relaciones laborales también deben cambiar y adecuarse a esta nueva situación. No se trata de perder privilegios, pues habría que suponer que como tales no existían. Se trata de responsabilidades a todos los niveles, de conciencia social, de lealtad, de veracidad. De responder ante la sociedad y la ciudadanía que financia con los impuestos los servicios públicos. Alejémonos del debate demagógico, y analicemos la situación con conocimiento y la voluntad de encontrar  y reforzar los puntos que unen profesionales y administración.

Eduard Rius

miércoles, 19 de septiembre de 2012

La independencia de Catalunya

Sabiendo de mis orígenes y habiendo pasado por la “política”,  me pregunta mucha gente aquí en Madrid, que pienso sobre la situación en Catalunya, después de la manifestación independentista del pasado 11 de septiembre. Y la verdad es que no me siento suficientemente informado sobre lo que está pasado, ni un tengo hoy por hoy un posicionamiento claro.
Vaya por delante que nunca he sido independentista, o dicho en otras palabras: me siento más catalán que español. ¿Y esto que quiere decir?: como soy un hombre "practico" y quizás poco soñador, veía la independencia de Catalunya como algo inalcanzable, una meta que nunca llegaría a realizarse, no porque no existiera un deseo más o menos colectivo, sino porque nunca España permitiría una secesión o separación de estas características. Me era pues más cómodo no ser independentista y ser nacionalista.
Dicho esto, hay dos hechos importantes que resaltar.
El primero: la aventura del nuevo Estatut y la sentencia del Tribunal Constitucional rompió totalmente los lazos que pudieran existir entre Catalunya y España y que se habían ido tejiendo con dificultades en los años en que hemos vivido en democracia. Las grietas son hoy muy profundas: "España no nos quiere, no encajamos, más bien molestamos, siempre estamos pidiendo y nadie se cree los datos de la balanza fiscal".
He podido comprobar en persona el total desconocimiento que existe aquí en Madrid sobre la realidad del concierto vasco y el sistema de financiación de las CCAA. Nosotros somos los malos. 
El otro hecho importante para analizar lo que está pasando es que no podemos mirar atrás. No nos sirve hablar de lo que se hubiera tenido que hacer y no se hizo, o de lo que se ha hecho mal, o de que el pacto fiscal va a servir para que Catalunya refuerce su autonomía o su capacidad de autogobierno. Es tal la fuerza que se desprende del 11 S que se ha llevado por delante todo lo anterior. Es un punto de inflexión que ha arrollado a todos los partidos políticos y en especial en mi opinión a CDC-UDC, que no tienen otra opción que recoger la antorcha y colocarse delante de este movimiento ciudadano, si no quieren  que les manden a casa en las próximas elecciones. 
Porque esto es lo que tiene que pasar ahora.
Convocar elecciones, que los partidos pro-independencia lo digan claro en sus programas, y del resultado de las elecciones, se pueda ver -que es así como se hace en democracia, que porcentaje de población está a favor de la secesión del estado español. A partir de aquí se iniciará un nuevo camino con base democrática y ya se verá. No creo que estemos hablando de un sueño ni de una pesadilla, estamos hablando de una realidad que está aquí y que las urnas constataran si continúa estando.
Creo para acabar que la Corona se ha equivocado profundamente. Su papel por encima de la política y de arbitraje en última instancia, se lo ha llevado la desafortunada carta publicada ayer. Catalunya, un estado independiente, bajo la Corona española hubiera podido ser una fórmula. Sonará extravagante, pero era una opción.

Madrid, 19 de septiembre de 2012



lunes, 26 de marzo de 2012

La Ley de Transparencia

Semana si otra también, el nuevo Gobierno del PP nos obsequia con alguna reforma de calado, lógico de quien recién llega al poder y se encuentra con un país patas arriba, y  en coma profundo.  Es cierto que algunas de las medidas que se han tomado no aparecían en el programa electoral del PP, ya que según han argumentado desconocían la situación exacta en la que se encontraba la Administración y las arcas del Estado. Este desconocimiento resulta paradójico, tratándose del principal partido de la oposición, pero la realidad es que ahora toca hacer lo que otros no hicieron,  y las medidas son y van a ser muy duras dada la extrema gravedad en la que se encuentran este país. Sonroja ver la desfachatez del PSOE, como si nada de lo que ha ocurrido vaya con ellos, claro que tampoco debería extrañarnos de quienes estuvieron negando la crisis hasta la llegada de los famosos “brotes verdes”.
La última de las medidas reformistas puesta encima de la mesa es la Ley de Transparencia que pretende limitar las responsabilidades de los políticos en sus tomas de decisiones entre otros objetivos. Una ley que para unos se quedará corta, pero que realmente es un primer intento de establecer responsabilidades a determinadas decisiones, más allá de lo que juzguen los ciudadanos en el momento de ejercitar su derecho de voto, así como de facilitar el acceso a la información pública por parte de los administrados.

Me ha sorprendido pero el titular de La Vanguardia del sábado 24 de marzo: “El político que gestione mal será apartado 10 años”. Claro que los titulares a menudo simplifican los temas, pero ¿que significa gestionar mal? ¿que entendemos por ello? Yo puedo gestionar bien un hospital, de una forma que se considere excelente, pero generar un déficit extraordinario, porque mis ingresos estén por debajo de mis gastos. Unos ingresos que proceden de la Administración que no me está pagando de una forma correcta los servicios que estoy prestando. Pensaran que estoy minimizando el tema, pero podría ser así de sencillo. Será necesario pues que la Ley sea rigurosa en este punto, y defina con claridad que significa gestionar “mal” los recursos públicos.  

Cuando yo fui nombrado Consejero de Sanidad por el Presidente Pujol en 1996, me encontré con un déficit acumulado de 140.000 millones de las antiguas pesetas, y un presupuesto al que le faltaban 40.000 millones para equilibrar el resultado a cero. La insuficiencia presupuestaria era clara, admitida por la totalidad de las fuerzas políticas y por el sector sanitario en su conjunto. Llevábamos años reclamando un presupuesto sanitario suficiente, que contemplara por un lado incrementos interanuales superiores al PIB, y por otro que aflorara de una vez la deuda acumulada para poder poner el “contador a cero

De hecho en las negociaciones de CiU con el PP que se llevaron a cabo en 1996 y que cristalizaron en lo que se llamó el "Pacto del Majestic", la mejora del sistema de financiación sanitaria ocupó un lugar destacado. Tuve la oportunidad de asistir a múltiples reuniones en la sede del Ministerio de Economía en la calle Alcalá. Allí conocí personalmente a Rodrigo Rato, por aquel entonces Ministro de Economía del primer Gobierno del Presidente Aznar, y a los sub-secretarios Cristóbal Montoro y Juan Costa.

Las reuniones generaban mucha expectación  mediática, ya que la mejora del sistema de financiación fue considerada uno de los puntos clave del acuerdo entre ambos partidos políticos. El pacto contempló una mejora, pero del todo insuficiente. Fue un acuerdo que costó mucho digerir  a las bases de CDC y UDC. Hay que decir que la mejora no solo benefició a Cataluña, por lo que hace referencia a la financiación sanitaria, sino a todas las CCAA que tenían en aquel momento competencias sanitarias (6 con la excepción del País Vasco).

Uno de los puntos más controvertidos de aquel acuerdo fue el compromiso que asumía el gobierno central de llevar a cabo unas medidas de racionalización del gasto en la prestación farmacéutica que permitirían ahorrar unos 60.000 millones de euros anuales. Tales medidas no se llevaron a cabo, más allá de lo que se llamó el “segundo medicamentazo”, por lo que no hubo tales ahorros y como contrapartida el gasto no disminuyo lo que habíamos previsto.   Otro de los puntos controvertidos en las discusiones con Economía, y que finalmente no se incluyó en el acuerdo, fue nuestra oposición a la voluntad del gobierno de eliminar los beneficios fiscales del gasto sanitario privado, en particular el refrente a las pólizas privadas en seguros de salud. La retirada de este incentivo afectaba especialmente Cataluña, dado el alto nivel de doble cobertura existente, pero resultó imposible convencer a Rato –que aparentemente hubiera tenido que estar a favor de una medida de estas características, de las bondades de incentivar el aseguramiento privado, dado el ahorro que para el sistema público representaba que un ciudadano tuviera una póliza de seguros privada.  

Pero volviendo a la Ley, si a mí se me hubiera juzgado bajo los parámetros del titular de LV del pasado sábado, es más que probable que hubiera acabado inhabilitado dada la insuficiencia con la que tuve que gestionar el Departamento. La realidad es que supimos apretarnos el cinturón, e íbamos cuadrando año tras año el presupuesto dentro de los parámetros que me marcaron los sucesivos Consejeros de Economía, si bien con un incremento moderado del déficit.

Lo que no hice es tirar la casa por la ventana, especialmente en cuanto a inversiones se refiere. Aquí tuvimos que buscar fórmulas imaginativas que nos permitieron avanzar en la reforma de la atención primaria, o en la remodelación y ampliación de algunos hospitales.  La verdad es que no construí ningún hospital sin enfermos, de la forma en que se han construido en España aeropuertos sin aviones y otras obras monumentales que hoy por hoy no pueden mantenerse. Gestionamos la escasez y lo hicimos bien, con la colaboración de todo el sector sanitario, conscientes de que una buena parte de esta insuficiencia la soportaban nuestros profesionales sanitarios.

Se debería por lo tanto distinguir entre lo que es malversar fondos públicos y lo que es gestionar con recursos insuficientes. Hoy desgraciadamente el escenario es muy distinto. Ya no podemos seguir maquillando cifras ni generando deficit, y hemos de adaptar los gastos a los ingresos. En un ámbito tan sensible como el sanitario esta situación puede generar tensiones extraordinarias. Estamos hablando de listas de espera, de disminución de la calidad asistencial, de precariedad laboral, de riesgos graves para determinados pacientes. De aquí la necesidad repetida de afrontar una reforma estructural de nuestro sistema, que permita valorar la buena y la mala gestión, no en relación única y exclusiva al déficit, sino a otros parámetros que midan la eficiencia manteniendo un alto nivel de calidad y de satisfacción de los ciudadanos.

Madrid , 26 de marzo de 2012





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lunes, 19 de marzo de 2012

La "palabra maldita": copago

Escribo este blog regresando de Sydney. He asistido a un "market sounding" organizado por Ernst & Young que está asesorando al Gobierno de New South Wales para la próxima licitación de cuatro hospitales bajo la fórmula de PPP en esta provincia australiana. El acuerdo de confidencialidad firmado me impide contarles el contenido de la reunión, que considero que ha sido provechosa. Si puede decirse que se conoce la experiencia española en lo que llamamos "concesiones de bata blanca", o "modelo Alzira", implantado en Valencia en 1998, gracias a la tenacidad de un Consejero de Sanidad, José María Farnos, el conocimiento y la experiencia de Antonio Burgueño, y el empeño de Ricard Fornesa, por aquel entonces presidente de Agbar y de Adeslas. No existe en Australia un modelo parecido, si bien se han incluido algunos servicios médicos en algunas concesiones, especialmente en la provincia de Australia Occidental, cuya capital es Perth.

Australia es un país riquísimo, que gasta en sanidad casi el 10% del PIB, con un sistema sanitario  bajo el esquema de "sistema nacional de salud" pero con una amplia presencia del aseguramiento privado (más del 20% de la población tiene un seguro privado), y con un copago en casi todos los servicios sanitarios como la atención primaria, hospitalaria o la prestación farmacéutica.

El sistema tiene mecanismos para asegurar la equidad del mismo: las personas con rentas anuales entre los 15.000 y 20.000 $ AUS están exentas,  usandose varias formulas para reforzar la equidad: si la familia tiene hijos o no, o según la edad de los componentes de la misma. En el caso de la farmacia, quedas exento del copago una vez hayas sobrepasado el pago anual de 500$ AUS, algo parecido al sistema existente en Suecia.

El sistema de financiación de la sanidad se comparte entre el gobierno federal y las provincias y entes locales, con una aportación importante, como he dicho de fondos privados. No voy a extenderme en el tema, pero me ha perecido un modelo interesante, solido, en la búsqueda continua de una mayor eficiencia y calidad.

Ha coincidido pues esta pequeña inmersión en el sistema sanitario australiano con el estreno del euro por receta en Catalunya, y de la apertura (una vez más) del debate a cerca del copago sanitario. Tanto es así que sirva de anécdota que estando cenando en Sydney, me llamaron de TVE para ver si podía dar mi opinión sobre el tema. Obviamente era imposible que pudieran gravarme para un programa que se ha editado este sábado, a pesar de las 10 horas de ventaja del horario.

La llamada me demostró que queda claro que ya hemos perdido el miedo a hablar de este tema y modestia a parte, también evidenció que aunque esté exiliado en Madrid, hay quien aun se acuerda de mí en Cataluña. 

Como ha pasado históricamente en sanidad, los catalanes llevan otra vez la delantera en lo que se refiere a temas relacionados con la gestión sanitaria, aunque quizás en este caso el ticket moderador no pueda considerarse una grata noticia. Sin lugar a dudas que a nadie le satisface tener que tomar una medida de estas características. Pero no hay duda que en este momento se dan las circunstancias para implantarla. Y no estoy diciendo que la formula me satisfaga al cien por cien, pero es una medida poco costosa de implantar y no parece que vaya a romper ningún principio inalterable de uno de los pilares básicos del estado del bienestar.

No seamos hipócritas y reconozcamos de una vez que si existe algo poco equitativo en nuestro sistema es precisamente el copago existente en la prestación farmacéutica, que ninguno de los grandes partidos políticos españoles a la izquierda o a la derecha se ha atrevido a cambiar. Ni esto ni el reconocimiento al "derecho", que viene dado por la contribución a la Seguridad Social, cuando ésta ya no financia el sistema sanitario desde 1998. Una contradicción más de las existentes en la nada ejemplar administración pública. 

Tendremos que esperar cierto tiempo para evaluar los efectos de la medida, si bien es cierto que gracias a ella, la administración catalana va a más recursos y probablemente va a disminuir el consumo de fármacos, lo que significa menos gasto. 

¿Que vendrá después? Pues no lo se, la verdad. Malas lenguas dicen que hay que esperar que pase el 25-M, día de las elecciones andaluzas, para conocer las intenciones del gobierno central sobre el tema.  Son las mismas lenguas -demagógicas y partidistas, que han llevado a este país a la ruina, y que no se han preocupado del sistema sanitario en años. Tan mal estamos que hasta pude leer en Sydney un artículo en la prensa local sobre el calvario de nuestros jóvenes y el "mileurismo", o como guinda que adorna el pastel, el que publica hoy The Economist sobre la esperada inversión en Madrid o Barcelona en el super casino, hoteles y otros placeres. Este parece ser el futuro que nos ha dejado la era socialista: todos cocineros/as, camareros/as o animadores/ras para los miles de turistas que además de los que nos visitan lo van a hacer con esta interesante oferta “cultural”.

Como he dicho en anteriores ocasiones, y creo compartir la opinión de muchas de las personas que estamos de una u otra forma relacionados con la gestión sanitaria, el copago no es la piedra filosofal de la reforma sanitaria, ni es la medida más importante que hay que tomar.

Para no pecar de reiterativo, pues ya lo he escrito en este blog y en otros medios, hay muchas mas actuaciones que realizar en nuestro sistema, que ni empiezan ni acaban en el copago. Y es posible que esta medida enturbie el necesario debate sobre lo que estamos haciendo mal, y la necesidad de establecer cambios profundos en nuestra manera de prestar los servicios sanitarios y la estructura más adecuada para hacerlo.

Parece que otras comunidades autónomas también podrían adherirse a la medida, pero no ir por ahora mucho más allá, al menos si nos atenemos a las últimas declaraciones del Presidente Rajoy que dice no ser partidario del copago -claro que tampoco lo era de subir impuestos y aquí estamos.

La situación de nuestro sistema está entrando en “precario” según todas las informaciones que van publicándose. Es posible que las últimas medidas adoptadas por el gobierno para subsanar la deuda de las CCAA aligere la situación, pero no nos engañemos. No se trata de poner el contador a cero. Se trata de afrontar un reforma estructural más allá del euro por receta. 

Madrid, 19 de marzo de 2011