domingo, 16 de octubre de 2011

La sanidad en una encrucijada

Transcribo el artículo con el titulo que aparece en el blog, que hoy ha publicado "La Vanguardia", y quiero agradecer desde aquí a su Director, Josep Antich, la amabilidad que ha tenido conmigo.


Existe un amplio consenso en admitir que uno de los avances más notables del siglo XX en el ámbito de la solidaridad y equidad, ha sido la configuración de un sistema universal de salud después de la segunda guerra mundial. Este logro es hoy cuestionado por la evidencia que no es sostenible en su actual configuración. La crisis no es sólo del sistema sanitario, pero le torpedea de manera brutal.  
Está en juego la supervivencia del sistema, tal como apuntaba hace unos días un editorial de este periódico, que hablaba de “cambio de paradigma”: un incremento espectacular de la esperanza de vida con unos extraordinarios avances tecnológicos y terapéuticos que proyectan una “quasi” inmortalidad del ser humano, con costes difícilmente asumibles para las finanzas públicas. Aunque me pese, es probable que este nuevo paradigma se defina por la existencia de una medicina para unos pocos, y otra para la mayoría, que es la que hay debemos preservar: la que nos garantiza un acceso universal a unos servicios de calidad y el mantenimiento y mejora de unos niveles óptimos de salud.
Nuestro sistema sanitario será sostenible en función del alcance, organización y recursos económicos que queramos destinarle, bajo la premisa y el compromiso de una gestión eficiente y de una ordenación y uso racional de los recursos asistenciales.
Compete a las administraciones públicas fijar el techo del gasto en función de una política fiscal y de la priorización en la toma de decisiones: ¿aeropuertos sin aviones u hospitales con enfermos? Corresponde a la ciudadanía leer la letra pequeña de los programas electorales y dilucidar cuáles son los intereses de la clase dirigente y esperar que lo prometido se aplique con ética y eficiencia.
Las políticas de salud no son solo asistenciales, por eso es absolutamente necesario reforzar la prevención y promoción de hábitos saludables, teniendo en cuenta otros aspectos: medioambientales, educación, etc. Hay que exigir rendición de cuentas a todas las instituciones sanitarias y a sus órganos de gobierno. Menos burocracia y menos tecnocracia. Los hospitales han de constituirse en empresas que sean capaces de dar resultados en salud, pero con cuentas claras y transparentes. Y aplicar los avances terapéuticos que sean efectivos y basados en la evidencia científica. Y el paciente ha de tener el derecho a escoger.
Esto hay que trasladarlo a todos los niveles asistenciales con una política de recursos humanos que rompa las actuales rigideces, que haga posible que los profesionales sanitarios asuman el protagonismo principal y el que les corresponde, pero también la cuota de responsabilidad que su función conlleva. Se debatió mucho la reforma laboral, pero se quedó en las puertas de la administración pública. Soy de los que piensa que sanidad pública y la iniciativa privada se complementan y pienso que hay que profundizar en este camino.
Se habla de abuso por parte de los ciudadanos. Se les culpabiliza de un mal uso de los servicios asistenciales y de acumular docenas de medicamentos. Y esto ocurre en algunos casos, pero compete a quién tiene la responsabilidad de gestionar el sistema y a los médicos y enfermeras, educar, informar y dirigir al ciudadano al mejor y más eficiente recurso. Ante un envejecimiento notable de la población, el sistema continúa orientado al enfermo agudo, no al paciente crónico. Y hemos de transmitir que todo lo que hacemos tiene un coste y que existen unas limitaciones que hay que respetar.
Quizás sea entonces cuando entendamos que además de nuestros impuestos es necesario algún tipo de copago para que el sistema sea sostenible, respetando al máximo la equidad. Existen mecanismos para preservar principios irrenunciables. No digo que ésta sea la solución a todos nuestros problemas, pero es una pieza más en la transformación del sistema. Hay quién dirá que no es el mejor momento, y es cierto, pero la situación es grave.
Hay muchas más cosas que hacer y sacrificios que asumir. En definitiva se trata de transformar el sistema de la mano de los profesionales sanitarios con la mirada puesta en el paciente y en el conjunto de toda la sociedad. La crispación existente en estos momentos ante la política de recortes en algunas CCAA y el enfrentamiento político no nos llevará a ninguna parte. Ahora toca ser suficientemente generosos y capaces de entender “la mayor”: preservar las bases de un sistema sanitario universal y de calidad.

16 de octubre de 2011