lunes, 26 de marzo de 2012

La Ley de Transparencia

Semana si otra también, el nuevo Gobierno del PP nos obsequia con alguna reforma de calado, lógico de quien recién llega al poder y se encuentra con un país patas arriba, y  en coma profundo.  Es cierto que algunas de las medidas que se han tomado no aparecían en el programa electoral del PP, ya que según han argumentado desconocían la situación exacta en la que se encontraba la Administración y las arcas del Estado. Este desconocimiento resulta paradójico, tratándose del principal partido de la oposición, pero la realidad es que ahora toca hacer lo que otros no hicieron,  y las medidas son y van a ser muy duras dada la extrema gravedad en la que se encuentran este país. Sonroja ver la desfachatez del PSOE, como si nada de lo que ha ocurrido vaya con ellos, claro que tampoco debería extrañarnos de quienes estuvieron negando la crisis hasta la llegada de los famosos “brotes verdes”.
La última de las medidas reformistas puesta encima de la mesa es la Ley de Transparencia que pretende limitar las responsabilidades de los políticos en sus tomas de decisiones entre otros objetivos. Una ley que para unos se quedará corta, pero que realmente es un primer intento de establecer responsabilidades a determinadas decisiones, más allá de lo que juzguen los ciudadanos en el momento de ejercitar su derecho de voto, así como de facilitar el acceso a la información pública por parte de los administrados.

Me ha sorprendido pero el titular de La Vanguardia del sábado 24 de marzo: “El político que gestione mal será apartado 10 años”. Claro que los titulares a menudo simplifican los temas, pero ¿que significa gestionar mal? ¿que entendemos por ello? Yo puedo gestionar bien un hospital, de una forma que se considere excelente, pero generar un déficit extraordinario, porque mis ingresos estén por debajo de mis gastos. Unos ingresos que proceden de la Administración que no me está pagando de una forma correcta los servicios que estoy prestando. Pensaran que estoy minimizando el tema, pero podría ser así de sencillo. Será necesario pues que la Ley sea rigurosa en este punto, y defina con claridad que significa gestionar “mal” los recursos públicos.  

Cuando yo fui nombrado Consejero de Sanidad por el Presidente Pujol en 1996, me encontré con un déficit acumulado de 140.000 millones de las antiguas pesetas, y un presupuesto al que le faltaban 40.000 millones para equilibrar el resultado a cero. La insuficiencia presupuestaria era clara, admitida por la totalidad de las fuerzas políticas y por el sector sanitario en su conjunto. Llevábamos años reclamando un presupuesto sanitario suficiente, que contemplara por un lado incrementos interanuales superiores al PIB, y por otro que aflorara de una vez la deuda acumulada para poder poner el “contador a cero

De hecho en las negociaciones de CiU con el PP que se llevaron a cabo en 1996 y que cristalizaron en lo que se llamó el "Pacto del Majestic", la mejora del sistema de financiación sanitaria ocupó un lugar destacado. Tuve la oportunidad de asistir a múltiples reuniones en la sede del Ministerio de Economía en la calle Alcalá. Allí conocí personalmente a Rodrigo Rato, por aquel entonces Ministro de Economía del primer Gobierno del Presidente Aznar, y a los sub-secretarios Cristóbal Montoro y Juan Costa.

Las reuniones generaban mucha expectación  mediática, ya que la mejora del sistema de financiación fue considerada uno de los puntos clave del acuerdo entre ambos partidos políticos. El pacto contempló una mejora, pero del todo insuficiente. Fue un acuerdo que costó mucho digerir  a las bases de CDC y UDC. Hay que decir que la mejora no solo benefició a Cataluña, por lo que hace referencia a la financiación sanitaria, sino a todas las CCAA que tenían en aquel momento competencias sanitarias (6 con la excepción del País Vasco).

Uno de los puntos más controvertidos de aquel acuerdo fue el compromiso que asumía el gobierno central de llevar a cabo unas medidas de racionalización del gasto en la prestación farmacéutica que permitirían ahorrar unos 60.000 millones de euros anuales. Tales medidas no se llevaron a cabo, más allá de lo que se llamó el “segundo medicamentazo”, por lo que no hubo tales ahorros y como contrapartida el gasto no disminuyo lo que habíamos previsto.   Otro de los puntos controvertidos en las discusiones con Economía, y que finalmente no se incluyó en el acuerdo, fue nuestra oposición a la voluntad del gobierno de eliminar los beneficios fiscales del gasto sanitario privado, en particular el refrente a las pólizas privadas en seguros de salud. La retirada de este incentivo afectaba especialmente Cataluña, dado el alto nivel de doble cobertura existente, pero resultó imposible convencer a Rato –que aparentemente hubiera tenido que estar a favor de una medida de estas características, de las bondades de incentivar el aseguramiento privado, dado el ahorro que para el sistema público representaba que un ciudadano tuviera una póliza de seguros privada.  

Pero volviendo a la Ley, si a mí se me hubiera juzgado bajo los parámetros del titular de LV del pasado sábado, es más que probable que hubiera acabado inhabilitado dada la insuficiencia con la que tuve que gestionar el Departamento. La realidad es que supimos apretarnos el cinturón, e íbamos cuadrando año tras año el presupuesto dentro de los parámetros que me marcaron los sucesivos Consejeros de Economía, si bien con un incremento moderado del déficit.

Lo que no hice es tirar la casa por la ventana, especialmente en cuanto a inversiones se refiere. Aquí tuvimos que buscar fórmulas imaginativas que nos permitieron avanzar en la reforma de la atención primaria, o en la remodelación y ampliación de algunos hospitales.  La verdad es que no construí ningún hospital sin enfermos, de la forma en que se han construido en España aeropuertos sin aviones y otras obras monumentales que hoy por hoy no pueden mantenerse. Gestionamos la escasez y lo hicimos bien, con la colaboración de todo el sector sanitario, conscientes de que una buena parte de esta insuficiencia la soportaban nuestros profesionales sanitarios.

Se debería por lo tanto distinguir entre lo que es malversar fondos públicos y lo que es gestionar con recursos insuficientes. Hoy desgraciadamente el escenario es muy distinto. Ya no podemos seguir maquillando cifras ni generando deficit, y hemos de adaptar los gastos a los ingresos. En un ámbito tan sensible como el sanitario esta situación puede generar tensiones extraordinarias. Estamos hablando de listas de espera, de disminución de la calidad asistencial, de precariedad laboral, de riesgos graves para determinados pacientes. De aquí la necesidad repetida de afrontar una reforma estructural de nuestro sistema, que permita valorar la buena y la mala gestión, no en relación única y exclusiva al déficit, sino a otros parámetros que midan la eficiencia manteniendo un alto nivel de calidad y de satisfacción de los ciudadanos.

Madrid , 26 de marzo de 2012





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lunes, 19 de marzo de 2012

La "palabra maldita": copago

Escribo este blog regresando de Sydney. He asistido a un "market sounding" organizado por Ernst & Young que está asesorando al Gobierno de New South Wales para la próxima licitación de cuatro hospitales bajo la fórmula de PPP en esta provincia australiana. El acuerdo de confidencialidad firmado me impide contarles el contenido de la reunión, que considero que ha sido provechosa. Si puede decirse que se conoce la experiencia española en lo que llamamos "concesiones de bata blanca", o "modelo Alzira", implantado en Valencia en 1998, gracias a la tenacidad de un Consejero de Sanidad, José María Farnos, el conocimiento y la experiencia de Antonio Burgueño, y el empeño de Ricard Fornesa, por aquel entonces presidente de Agbar y de Adeslas. No existe en Australia un modelo parecido, si bien se han incluido algunos servicios médicos en algunas concesiones, especialmente en la provincia de Australia Occidental, cuya capital es Perth.

Australia es un país riquísimo, que gasta en sanidad casi el 10% del PIB, con un sistema sanitario  bajo el esquema de "sistema nacional de salud" pero con una amplia presencia del aseguramiento privado (más del 20% de la población tiene un seguro privado), y con un copago en casi todos los servicios sanitarios como la atención primaria, hospitalaria o la prestación farmacéutica.

El sistema tiene mecanismos para asegurar la equidad del mismo: las personas con rentas anuales entre los 15.000 y 20.000 $ AUS están exentas,  usandose varias formulas para reforzar la equidad: si la familia tiene hijos o no, o según la edad de los componentes de la misma. En el caso de la farmacia, quedas exento del copago una vez hayas sobrepasado el pago anual de 500$ AUS, algo parecido al sistema existente en Suecia.

El sistema de financiación de la sanidad se comparte entre el gobierno federal y las provincias y entes locales, con una aportación importante, como he dicho de fondos privados. No voy a extenderme en el tema, pero me ha perecido un modelo interesante, solido, en la búsqueda continua de una mayor eficiencia y calidad.

Ha coincidido pues esta pequeña inmersión en el sistema sanitario australiano con el estreno del euro por receta en Catalunya, y de la apertura (una vez más) del debate a cerca del copago sanitario. Tanto es así que sirva de anécdota que estando cenando en Sydney, me llamaron de TVE para ver si podía dar mi opinión sobre el tema. Obviamente era imposible que pudieran gravarme para un programa que se ha editado este sábado, a pesar de las 10 horas de ventaja del horario.

La llamada me demostró que queda claro que ya hemos perdido el miedo a hablar de este tema y modestia a parte, también evidenció que aunque esté exiliado en Madrid, hay quien aun se acuerda de mí en Cataluña. 

Como ha pasado históricamente en sanidad, los catalanes llevan otra vez la delantera en lo que se refiere a temas relacionados con la gestión sanitaria, aunque quizás en este caso el ticket moderador no pueda considerarse una grata noticia. Sin lugar a dudas que a nadie le satisface tener que tomar una medida de estas características. Pero no hay duda que en este momento se dan las circunstancias para implantarla. Y no estoy diciendo que la formula me satisfaga al cien por cien, pero es una medida poco costosa de implantar y no parece que vaya a romper ningún principio inalterable de uno de los pilares básicos del estado del bienestar.

No seamos hipócritas y reconozcamos de una vez que si existe algo poco equitativo en nuestro sistema es precisamente el copago existente en la prestación farmacéutica, que ninguno de los grandes partidos políticos españoles a la izquierda o a la derecha se ha atrevido a cambiar. Ni esto ni el reconocimiento al "derecho", que viene dado por la contribución a la Seguridad Social, cuando ésta ya no financia el sistema sanitario desde 1998. Una contradicción más de las existentes en la nada ejemplar administración pública. 

Tendremos que esperar cierto tiempo para evaluar los efectos de la medida, si bien es cierto que gracias a ella, la administración catalana va a más recursos y probablemente va a disminuir el consumo de fármacos, lo que significa menos gasto. 

¿Que vendrá después? Pues no lo se, la verdad. Malas lenguas dicen que hay que esperar que pase el 25-M, día de las elecciones andaluzas, para conocer las intenciones del gobierno central sobre el tema.  Son las mismas lenguas -demagógicas y partidistas, que han llevado a este país a la ruina, y que no se han preocupado del sistema sanitario en años. Tan mal estamos que hasta pude leer en Sydney un artículo en la prensa local sobre el calvario de nuestros jóvenes y el "mileurismo", o como guinda que adorna el pastel, el que publica hoy The Economist sobre la esperada inversión en Madrid o Barcelona en el super casino, hoteles y otros placeres. Este parece ser el futuro que nos ha dejado la era socialista: todos cocineros/as, camareros/as o animadores/ras para los miles de turistas que además de los que nos visitan lo van a hacer con esta interesante oferta “cultural”.

Como he dicho en anteriores ocasiones, y creo compartir la opinión de muchas de las personas que estamos de una u otra forma relacionados con la gestión sanitaria, el copago no es la piedra filosofal de la reforma sanitaria, ni es la medida más importante que hay que tomar.

Para no pecar de reiterativo, pues ya lo he escrito en este blog y en otros medios, hay muchas mas actuaciones que realizar en nuestro sistema, que ni empiezan ni acaban en el copago. Y es posible que esta medida enturbie el necesario debate sobre lo que estamos haciendo mal, y la necesidad de establecer cambios profundos en nuestra manera de prestar los servicios sanitarios y la estructura más adecuada para hacerlo.

Parece que otras comunidades autónomas también podrían adherirse a la medida, pero no ir por ahora mucho más allá, al menos si nos atenemos a las últimas declaraciones del Presidente Rajoy que dice no ser partidario del copago -claro que tampoco lo era de subir impuestos y aquí estamos.

La situación de nuestro sistema está entrando en “precario” según todas las informaciones que van publicándose. Es posible que las últimas medidas adoptadas por el gobierno para subsanar la deuda de las CCAA aligere la situación, pero no nos engañemos. No se trata de poner el contador a cero. Se trata de afrontar un reforma estructural más allá del euro por receta. 

Madrid, 19 de marzo de 2011