miércoles, 22 de junio de 2011

Apuntes biográficos, 1

Los resultados de las elecciones del 22 M han cambiado substancialmente el mapa político autonómico y municipal a un año de las elecciones generales. El pasado día 9 se constituyeron los ayuntamientos y los medios de comunicación se han hecho eco de los políticos que han dejado sus cargos, unos definitivamente y otros pasando a la oposición. Esto me ha echo recordar el día que fui cesado y los sentimientos que me acompañaron en aquellos momentos. Con este escrito inicio unos "apuntes biográficos" sobre mi experiencia en la política catalana desde 1994 al 2003, y empiezo paradójicamente casi por el final,  no porque sea lo que tengo más fresco en mi memoria, si no porque me he visto identificado en algunas historias que estos días se han contado.

Abandonar la Consejería de Salud fue para mí una experiencia dura y me produjo un regusto amargo que supere varios meses después. Siempre había pensado que el paso a lo que yo llamaba "vida civil" iba a ser fácil –ya que no me imaginaba en un cargo público o ejerciendo la política  toda la vida. Pero no hay duda que este “paso” se ve influenciado por el motivo por el cual  se deja la política y en como te transformas en un ciudadano de a pie, en una persona "normal".  No es lo mismo poner punto final a una vida política por haber sido cesado o por perder unas elecciones que hacerlo por voluntad propia. Aún en este último caso puede que no sea fácil  vivir una situación de estas características.

Yo fui cesado un domingo por la tarde, cuando menos me lo esperaba, a un año de las elecciones autonómicas, después de haber superado varias remodelaciones de gobierno, y en los meses anteriores a mi relevo, una larvada y persistente intriga en mi contra  por parte de UDC, y también de algunos colaboradores muy próximos a los que había confiado áreas de responsabilidad importantes en el Departamento. A pesar de estos nubarrones, parecía que mi continuidad estaba asegurada hasta el final de la legislatura, al menos yo lo creía, después de haber hablado en una ocasión del tema con el President ante la presión ambiental que me rodeaba. 

Era mediodía, y me encontraba en el hospital haciendo compañía a mi padre, ingresado desde hacia meses por un accidente vascular cerebral. Mi madre había muerto unas pocas semanas antes. Anímicamente me encontraba aún en una frágil situación. Me llamaron de Palau. El President quería hablar conmigo. Me pregunto que tal estaba y después de interesarse cariñosamente por mi padre me pregunto por el Presupuesto del 2002.  Me extrañó, porque ya habíamos tratado el tema con anterioridad, y le respondí que estaba como siempre: insuficiente -no creo que dijera irreal, pero si recuerdo que le comente que a pesar de todo, las cosas no irían mal, sabríamos gestionar la escasez, como habíamos hecho año tras año. Me cito para vernos a las ocho en su despacho, aunque yo tenía previsto trasladarme a Madrid a última hora para asistir al día siguiente al Consejo Inter-territorial, pero me dijo que esto no era tan importante, y que nos veríamos mas tarde.

Llamé a Ramón Massager, que era el Secretario General de la Conserjería, para preguntarle si había algo que se me había escapado en los “números” que habíamos negociado con Economía, y me confirmó que no había nada especial. A las siete estaba ya en Barcelona y el chofer me llevó a Palau. Había dos o tres coches oficiales en la Plaza Sant Jaume, muy tranquila a esa hora. Tuve una sensación extraña, ¿que hacían esos coches en la Plaza un domingo por la tarde?. Desde la salita de espera llamé a Josep Prat, Director del Servei Català de la Salut, para comentar en los mismos términos que hice con Ramón,  la situación del Presupuesto. No parecía que hubiera nada que hiciera crujir la situación financiera, mas allá de lo que ya estábamos acostumbrados.

Entré en una de las salas que solía utilizar el President para trabajar, que no era el despacho oficial. Yo llevaba una carpeta con la documentación de los presupuestos, y al hacer el gesto para sacarla del maletín, Pujol me dijo que no hacia falta. La conversación no se extendió mucho tiempo. La decisión esta vez era definitiva. Agradecí a Pujol el grandísimo honor que me había dado de poder trabajar con él, la confianza que en mí había depositado desde hacía siete años. Después tuve una conversación con Artur Mas, artífice de la remodelación del último gobierno de Jordi Pujol. Media hora mas tarde, y notablemente aturdido subía al coche oficial que me llevo a casa siendo ya, aunque no oficialmente, un ex. El martes a las diez de la mañana se celebraría la toma de posesión de los nuevos consejeros. Tenía pues 24 horas para recoger mis cosas del despacho de Travessera de las Corts[1], y enfrentarme a una nueva vida.

Llamé a mi mujer, pero no quise que viniera a Barcelona, pensé que era mejor que desde ya,  afrontara solo la situación como se había presentado. Hablé de nuevo con Ramón y nos fuimos a tomar una copa a la calle Santaló. A primera hora de la mañana los cambios ya eran públicos, la operación había sido bien planeada, y dio la impresión de coger por sorpresa a algunos medios de comunicación, digo algunos porque después se supo que los cambio se habían planeado en pleno verano.

Empaquetar las cosas de tu despacho es una operación ardua, cuando llevas en el mismo siete años. Eran muchos los recuerdos acumulados: papeles, cartas, discursos, fotos, placas conmemorativas de jornadas, asociaciones o inauguraciones.

Intensa es la vida de un Consejero, pero por muy intensa que es, les aseguro que cabe en unas cuantas cajas de cartón. Poco a poco me fui despidiendo de mis colaboradores, y respondiendo a múltiples llamadas. Sorpresa y palabras cariñosas la mayoría, supongo que también hubo de compromiso, o algún que otro comentario falso. No hubo todas las que esperaba, y es aquí donde algo empieza a cambiar en tu vida. Empiezas a notar una distancia entre “cuando eras” y cuando “ya no eres”. Ya nadie necesita deshacerse en elogios hacia tu persona o por la manera en como haces las cosas. Ya no tienen porque hacerte la “pelota”. Quizás sea esta la primera lección: ver quienes han sido realmente personas cercanas y sinceras contigo, amigos en muchas ocasiones, y comprobar los que han sido compañeros de conveniencia. Discernir entre el halago y la sinceridad. 

Yo había asistido ya a varias tomas de posesión en el salón Nuestra Señora de Montserrat. El acto se desarrolló según marca un protocolo austero y bien medido. Éramos cuatro los consejeros salientes. Cuando el President había saludado a los dos nuevos Consejeros se dirigió a los cesados. Y aquí se produjo una situación de la que me arrepentiré toda mi vida. No supe reaccionar afablemente al saludo cariñoso que me dio Jordi Pujol. Actúe mal, y lo seguí haciendo no quedándome a la tradicional copa de cava en el Pati dels Taronjers[2]. No supe disimular mi desazón. Es algo que no olvidaré de aquella mañana. Me faltó dignidad y me di cuenta que había fallado mi convencimiento de que “en política estás de paso”.

Mi escolta me acompañó al Departamento de Gobernación, donde despache en media hora con mi sucesor. A la salida el “mosso d’esquadra” insistió en acompañarme a casa, quizás estas eran las ordenes, que llegara sano y salvo a mi domicilio, pero decliné su amable ofrecimiento, y preferí volver andando y respirando el aire de persona “normal y anónima” y pensando como iba a organizar a partir de aquel momento mi vida. Me permitieron conservar mi número de teléfono y me llevé conmigo el título de “Honorable”.

Pero algo más me acompañaba, algo único: la experiencia de haber servido a mi país desde una de las más altas responsabilidades, y haberlo hecho al lado de un político, irrepetible, un auténtico estadista. Y me llevaba también el balance de una gestión que considero fue buena en las circunstancias que me tocaron vivir, y con una seria de hitos conseguidos que ya iré contando en mis “apuntes”.

Yo era a la vez que Consejero, Diputado en el Parlamento, por lo que debía incorporarme plenamente a las tareas parlamentarias, como hice al día siguiente. Pase a compartir secretarias y despacho, y de una agenda de locos, a un trabajo tranquilo, y que me dejaba mucho tiempo libre.
Notaba que me faltaba llenar las horas, y experimenté lo que una vez me comentó Sergi Loughney[3], el “síndrome del móvil”. Como nadie te llama, luego no existes…curioso como continuamente me llevaba la mano al costado izquierdo, tocando a través de la chaqueta el teléfono, para ver si aún estaba en su sitio o había desaparecido.

No tuve nunca la sensación de haber perdido algún privilegio, pero si noté durante unos meses un vacío a mí alrededor que tuve que asimilar con el tiempo. Una puerta se había cerrado para siempre. Tener que reconstruir tu vida profesional a los 49 años no es fácil cuando has estado alejado del mundo hospitalario más de una década, por lo que tuve claro que debía continuar por la senda de la gestión sanitaria y no por la asistencia. Llamé a muchas puertas y casi todas se abrieron. Siempre fui bien recibido y oí buenas palabras, pero tardé tiempo en reencontrar la senda profesional que me ha llevado hasta aquí. Y no llegó por ninguna vía oficial ni política, ni por alguno de los despachos por los que pasé, o de las llamadas que realicé. Llego de la mano de Francesc Homs[4] que sugirió mi nombre a Enrique Fernández Miranda, responsable de Relaciones Institucionales de PriceWaterhouseCoopers, y fue esta firma la que me contrató, y de donde pasé a trabajar en Acciona.

A pesar de todo lo que se dice a cerca de los privilegios y de las prebendas de los políticos, y se dice mucho estos días, la verdad es que en una gran mayoría de casos, hay una distancia entre la ficción y la realidad. Puede ser fácil estar en política, pero no lo es “volver”, aunque obviamente es algo que “va con el cargo” y que debes asumir desde el momento en que tomas la decisión de querer ejercer una función de servicio público, que es como siempre he contemplado la política, y que creo que hay que resaltar en unos momentos en que se intenta desprestigiar el trabajo y hasta la función que tienen los políticos.

Ahora después de tanto tiempo, creo que cuando me cesaron no fui capaz de ver todo lo que había aprendido y experimentado y también cierta liberación -como comprobé posteriormente, de lo que es el compromiso y la responsabilidad de un cargo, y de que fué bueno para mi desarrollo profesional el paso a la actividad privada, donde he podido desarrollar os conocimientos y habilidades que había adquirido en los años que estuve trabajando para la Administración Pública desde diversos cargos de confianza.

Aquel mes de noviembre del 2001, marcó un antes y un después en mi vida profesional, pero también en la personal. Quizás me faltó madurez en un momento determinado, y pudo más el sentimentalismo que la racionalidad, pero lo cierto es no podemos borrar lo que ya está escrito.

Madrid, 20 de junio de 2011





[1] Sede del Departament de Salut (en aquel tiempo Departament de Sanitat i Seguretat Social)
[2] Pati dels Tarongers, es un patio interior de estilo gótico en el Palau de la Generalitat y que se usa para actos oficiales.
[3] Sergi Lougnhey fue Jefe de Protocolo de Jordi Pujol durante muchos años.
[4] Francesc Homs, fue Consejero de Economía y Finanzas en el último Gobierno de JP

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